Bushfire 2013: Swazilandia a fuego lento

Artículo escrito por Ignacio Priego: Licenciado en Historia y Musicología y gestor cultural de profesión, ha trabajado y viajado por cuatro continentes y desde hace tres años vive en África austral. Tras años como dj, ahora sólo pincha en la intimidad. (Maputo, Mozambique).

20.000 personas se congregaron el pasado fin de semana para asistir a la séptima edición del Bushfire, un festival ambicioso en un país con un régimen de monarquía absoluta.

No son 18, pero Bushfire parece haber alcanzado la mayoría de edad: el festival dirigido por Jiggs Thorne es un festival profesional  y cool –uno de los pesos pesados en la Firefest Route-, que congrega a jóvenes, familias y hasta ancianos, foráneos y locales, y que además presume de ser socialmente responsable al 100%, donando sus beneficios al pueblo suazilandés a través de programas de desarrollo: en estos siete años la cantidad asciende a más de € 70.000, repartidos entre dos organizaciones locales de empoderamiento de mujeres y huérfanos.

Concebido como un festival de música y artes y articulado en torno a un escenario principal y tres espacios escénicos menores (Anfiteatro, Granero y Ekhaya) –amén de una nada desdeñable feria de artesanía-, la música juega sin duda un papel principal alrededor en la práctica totalidad de ellos. Únicamente el Granero, concebido como espacio de diálogo artístico y consagrado al arte interactivo, contaba con una programación claramente diferenciada que incluía poesía,  conciertos silenciosos de Tonik, charlas y una pequeña pero interesante muestra de artes visuales. Tras la música, el circo y los teatros de calle (mención especial para zancudos y fuegos) estaban representados con variedad y buen nivel. El teatro escénico fue más bien escaso, al igual que la danza per se: salvo algunas agrupaciones tradicionales,  todo se quedó en las ménades que acompañaban a los músicos y los espontáneos del público.

El descorche del festival correspondió a Toti, un sexteto vocal masculino que jugaba en casa. Pop clásico mezclado con tradición coral local, con momentos acapella y otros con apoyo instrumental.  La comunión entre cristianismo y africanismo continuó de la mano de Hope Masike, aunque tornando hacia el jazz. La artista de Harare lució su destreza con la voz y con la mbira, instrumento nacional de su país tradicionalmente tocado por varones shona. Con una extensa carrera internacional (además de giras, es miembro de Monosezwi), la Princesa del Mbira  se acompañó en el escenario por el pianista sudafricano Bokani Dyer y el saxofonista mozambicano Muzila Malembe aka Muzilation. La colaboración transfronteriza continuó en la actuación de Jazz P & The Next Generation. La vocalista de hip-hop/soul Jazz P –letrista en swati e inglés- se rodeó de una sólida banda instrumental cuando se trasladó a Maputo. Lástima que su flow no estuviese a la altura de las circunstancias.

Mientras el público se animaba en competiciones de street dance espontáneas a ritmo de trap (cortesía de DJ Sartori: mención especial para ella y la alta calidad de los demás dj´s de continuidad: Simian Lord, Mix-Mash y Ntombs. Pedimos disculpas a los dj´s de cierre –Cream, Mighty, Peace, Cybos y Tibza, pero otra vez será), llegó el turno de uno de los supuestos platos fuertes de la noche: Toya Delazy. La sudafricana Latoya Buthelezi llegaba con buena carta de presentación: autodefine su música como jazz electro-hop pop,  está relacionada con la realeza musical sudafricana (bisnieta de la legendaria Princess Magogo y nieta de Mangosuthu Buthelezi), acapara premios y nominaciones (recientemente fue doblemente galardonada en la 19ª edición de los Premios SAMA y nominada en los BET)… pero su directo fue bastante limitado. Un buen set para un club, pero en ningún caso un concierto ambicioso: un dj, percusión electrónica, dos bailarines, y ella a la voz. Su concierto tuvo tres momentos: un inicio bailongo muy coreografiado en el que parecía ofrecer sólo introducciones de canciones y culminó con uno de sus hits dance pop, “Love is in the Air”; una parte central consagrada al soul – r & b a lo Alicia Keys (ella y su piano se bastan); y una vuelta al principio, donde sonaron “Pump It On” (que da título al álbum) y – ¡otra vez!- “Love is in the Air”. Su interpretación vocal fue más que justa –básicamente gritaba sobre sus propias dobles (y triples voces), pero el público no cesaba de corear sus estribillos.

Pasada ya la media noche llegó el turno de Mix n Blend. El dúo de dj´s de Ciudad del Cabo ha decidido intentar el salto a tener un directo, incorporando cuatro intérpretes adicionales (voz femenina, guitarra, trombón y trompeta), y animándose uno de ellos en algún tema con el saxo. Su revisión del breakbeat y drum & bass de finales de los 90, con una puesta en escena que requiere rodaje, no entusiasmo a la audiencia.

Anuncio de Dj Euphonik para el MTN Bushfire Festival 2013.

Anuncio de Dj Euphonik para el MTN Bushfire Festival 2013.

En cambio, ésta no tardó en bullir ni unos segundos cuando se puso a los platos DJ Euphonik: mezclando y foltrando sin complejos a golpe de subidón mash-ups de Katy Perry con tribal house, David Guetta con Bob Marley, Rihanna con kwaito, el sudafricano se metió al público en el bolsillo desde el minuto cero. Mientras tanto tenía lugar el único concierto que se celebraba ese día (!) en el Anfiteatro: el dúo –también sudafricano- Veranda Panda. Una vez más, un dj más intérprete –violinista femenina en este caso-: taberna irlandesa meets dubstep via Dr. Dre. Aunque satisfactorio como festivalero, en general el primer día del festival fue decepcionante desde un punto de vista estrictamente musical: mucho músico acompañado de dj, pero poco concierto en condiciones.

La mañana del sábado comenzó con una obra de teatro, Catch the Rain, con abundante público infantil (aunque no parecía especialmente adaptada a ellos), seguida por las historias orales de Gcina Mhlope. Al igual que el día anterior, la apertura del escenario principal correspondió a un grupo swati preeminentemente coral, Masikane. Hoy, en cambio, mixto: tres voces masculinas –una de ellas solista- y dos femeninas, con soporte de quinteto instrumental y una cohorte de bailarines, con vestimentas tradicionales y estilo sapeur. Estilo pop-r & b con vocalistas adicionales invitados, uno más soul y un rapper.

A continuación llegó el turno de Nathalie Natiembé, cantante de Reunión que presentó tanto temas propios en creole y francés con su potente trio instrumental, así como otros compuestos recientemente en su  colaboración especial con el timbilista y vocalista mozambicano Cheney Wa Gune. Los sundowners llegaron al son de Jeremy Loops, quien actuaba por segundo año consecutivo en el festival. Con una audiencia entregada, el neo-folkie sudafricano desplegó su habitual set de pedales sampler –donde coniciden sus líneas de melodía  y percusión (vocal y directamente sobre el micrófono), de guitarra y de armónica-, junto al rapper Motheo Moleka y Jamie Faull al saxo.

Con la noche llegó The Brother Moves On, y con ellos, la psicodelia. TBMO son sin lugar a dudas una de las bandas más interesantes del continente, con un acercamiento artístico complejo y directo con dosis performáticas elevadas.  El grupo del momento del underground sudafricano se sintió cómodo en el escenario, desplegando un set ambicioso y original en lo musical, sin su habitual saxo pero con un performer nuevo, The Black Diamond Butterfly, que vale tanto para cantar, hablar como para hacer el loco disfrazado en el escenario.

El cuarteto de cuerda austriaco Spring interpretó tres temas no demasiado interesantes en solitario (¡Smoke On The Water de Deep Purple!) antes de su colaboración con uno de los pesos pesados de la noche, Stewart Sukuma. El Raphael mozambiqueño tiene un set tal vez demasiado facilón y complaciente con la audiencia, pero sin duda redondo y musicalmente rico, enérgico y con un alto nivel interpretativo –gracias a la banda Nhkuvu y al trombinista Werner Puntingam.

Buhlebendalo Mda , cantante del grupo vocal sudafricano The Soil. Foto de Bram Lammers/MTN Bushfire Festival.

Buhlebendalo Mda , cantante del grupo vocal sudafricano The Soil. Foto de Bram Lammers/MTN Bushfire Festival.

La presencia de música coral en el festival quedó rubricada con la actuación de los sudafricanos The Soil, acompañados a los coros por un público que demostró ser buen conocedor y amante de sus composiciones.

En cambio, los colombianos Bomba Estéreo debían hacer frente a este hándicap: aunque eran cabezas de cartel, su repertorio era un gran desconocido para el público local (a pesar de que la brecha colombiana de la neo-cumbia ya había visitado estas tierras de la mano de Sidestepper en 2011). Bomba Estéro superaron esta dificultad –manifiesta en una cierta frialdad inicial del público- con creces a golpe de elegancia tropical y fiesta afro-latina. Trajeron y escupieron su propio Fuego en el Bushfire, fueron divertidos a la par que didácticos y reivindicativos –en sus visuales podían leerse mensajes como Colombia, not Columbia, Estéreo not Stereo-, y coronaron con la colaboración con la vocalista sudafricana Nozuko.

Shangaan Electro es un proyecto musical muy interesante que funciona bien enlatado, pero cuyo directo no cuaja. Frente a la complejidad polirrítmica de sus composiciones, Nozinja no se complica en la puesta en escena a nivel musical: básicamente pincha en cd un tema instrumental detrás de otro, y se acompaña de dos vocalistas femeninas, que hacen las veces de bailarinas junto a los Tshetsha Boys.  La noche en el escenario principal la cerraron Black Motion: una vez más en el festival, a golpe de dj con intérprete, esta vez percusión. Mientras hacían lo propio en el Anfiteatro primero los rockeros swazis The Lions y finalmente ZuCo: el colectivo de la sudafricana Nozuko Mapoma –hasta hace unos meses mitad de LoveGlory- va tomando cuerpo a golpe de directo mientras esperamos resultados de estudio.

La jornada del domingo comenzó en el Anfiteatro con la banda zimbabwana Tanga Pasi, quien alegró la mañana a golpe de fusión y baile. El desayuno nos obligó perdernos al sudafricano Nakhane Touré, a quien habíamos escuchado con interés en la presentación del Bushfire en Johannesburgo, así que la siguiente actuación fue la de la suiza Oy. Su propuesta  de jazz, electrónica e improvisación fue sin lugar a dudas una grata sorpresa.

Logísticas de viaje nos impidieron poder asistir a la otra mitad de la jornada dominical, que incluía uno de los platos fuertes del festival: la colaboración mano a mano a la guitarra entre el nigerino Alhousseni Anivolla (miembro de Etran Finatawa)  y el sudafricano Guy Buttery. El selecto menú se completó con The Muffinz –otro de los grupos del momento en Sudáfrica- y culminó a ritmo de hip-hop, con el trío español Praxiz y el suazilandés KrTC.

 

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Ignacio Priego

Licenciado en Historia y Musicología y gestor cultural de profesión, ha trabajado y viajado por cuatro continentes y desde hace tres años vive en África austral. Tras años como dj, ahora sólo pincha en la intimidad. (Johannesburg, Sudáfrica).
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