Samuráis africanos: una extravagancia comprometida

El escenario de un futuro apocalíptico no es ninguna novedad. De hecho no tiene nada de original en el mundo del cine. Que un desastre haya obligado a nuestros sucesores a tomar el camino de vuelta y regresar a formas de vida propias de épocas pasadas, va acotando un poco más el argumento, pero tampoco tiene nada de singular. Ahora, que esos habitantes del futuro hayan tomado la vía de los samuráis en ese ejercicio de reconstrucción de la sociedad, eso ya empieza a ser bastante innovador. Y que los samuráis sean africanos, es el golpe de efecto definitivo. Ese es el escenario de Hasaki Ya Suda un corto del director burkinés Cédric Ido que mañana jueves se proyecta a partir de las ocho de la tarde en la Filmoteca de Catalunya (c/Salvador Seguí, 1 de Barcelona), dentro de la programación del ciclo del cine organizado por el Festival Internacional de Cine Africano de Barcelona (Ficab).

Un fotograma de la película «Hasaki Ya Suda», del burkinés Cédric Ido.

La propuesta de Cédric Ido es al menos provocadora, en lo que se refiere a ese argumento principal, el de la lucha por el honor de un grupo de samuráis entre los que destacan por número los de origen africano. En la lectura que se puede hacer de esta historia destaca la elección de esa época pasada, “ancestral” dice en la narración. El realizador burkinés, que también es el autor del guión, huye del recurso habitual que supone el regreso a un estado primitivo. En su caso, es evidente que la elección, aunque represente un paso atrás, se remonta a una época con un halo de prestigio.

Tampoco parecen casuales algunos de los detalles del relato y de la narración. Empezando por la evidente voluntad de generar al espectador una cierta fractura, quizá una bofetada de realidad intercultural, al escoger como protagonistas de este regreso a los orígenes a personajes africanos que se enfundan en la piel de los samuráis. Ido mezcla en su historia la destreza con la espada con las habilidades sobrenaturales que seguramente el relato más convencional sí que coloca más próximo a los protagonistas. Otro detalle, quizá más difícil de detectar, es que el corto esté grabado en lingala, una lengua extendida en el centro de África, sobre todo en las regiones ribereñas del río Congo. El lingala no es el idioma propio del director ni de los actores, pero es utilizado dándole una sonoridad que fácilmente al espectador le recordará al japonés, en lo que es otro juego del director.

Todos estos ejercicios con los que Ido rompe constantemente lo que el espectador cree que se encontrará y que parece recordar una y otra vez que nada es lo que parece no son puro artificio, aunque sea una apariencia que se ve reforzada por unos efectos especiales muy particulares. Sin embargo, nadie puede negar que los alardes del director burkinés tienen una razón de ser que aparece explícitada desde el primer momento. El apocalípticos que ha conducido a esa situación no ha sido una casualidad o un accidente sino la mano del hombre materializada en el cambio climático. Ese ha sido el origen de las hambrunas y las guerras que han desestabilizado el orden mundial y que han tenido como primeros y principales perjudicados, evidentemente, a los habitantes más vulnerables del planeta, los hombres y mujeres del sur global. Curiosamente, en un cuidadoso y delicado relato inicial se dibujan imágenes que inevitablemente remitirán al espectador a la crisis que ha causado la muerte de miles de migrantes en el Mediterráneo debido a los obstáculos de la política migratoria europea. Sin embargo, Hasaki Ya Suda fue rodado en 2011, unos tres años antes del inicio de la que se ha dado en llamar la crisis de los refugiados que ha hecho que desde 2014 hayan muerto más de 15.000 a las puertas de Europa.

Cartel de «Hasaki Ya Suda», película de Cédric Ido.

Por tanto, basta rascar ligeramente la superficie para encontrar en Hasaki Ya Suda, defensa del Medio Ambiente, alerta sobre el fenómeno migratorio o cantos a la interculturalidad, sin entrar en análisis más profundos. Eso y evidentemente un relato que, como mínimo resulta chocante y visualmente muy atractivo.

Por lo que se refiere al programa del Ficab, el corto Hasaki Ya Suda del burkinés Cédric Ido, precederá la proyección de High Fantasy, de la sudafricana Jenna Cato Bass, que se desarrollará en el mismo escenario de la Filmoteca de Catalunya. High Fantasy es un ejercicio entre que se mueve entre la tragedia y la comedia y que relata la historia de un grupo de adolescentes que durante un campamento en una tierra remota del interior de Sudáfrica se enfrentan a un misterioso cambio de cuerpos, con consecuencias que van desde la vida personal hasta la asunción de la intimidad y la identidad, sin pasar por alto el delicado telón de fondo político y social del país.

De la misma manera, dos horas antes de esta sesión doble, a las seis de la tarde, el Ficab propone una mesa redonda sobre activismo político y cultural en Burkina Faso, que se celebrará en el Pati Llimona de la capital catalana. Recogiendo el gancho de la procedencia del director invitado al ciclo, Cédric Ido, esta mesa redonda trata de abordar desde diferentes perspectivas y experiencias la importancia que ha jugado el activismo y la cultura comprometida en la trayectoria del país que se ha convertido en uno de los referentes para la juventud africana, sobre todo, en la esfera francófona.

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Ciberactivista, periodista y amante de las letras africanas. Co-fundador de Wiriko. Licenciado en Periodismo (UN), postgraduado en Comunicación de los conflictos y de la paz (UAB) y Máster Euroafricano de Ciencias Sociales del Desarrollo: Culturas y Desarrollo en África (URV). Es coautor del ensayo Redes sociales para el cambio en África (IV Premio de Ensayo Casa África). Sus ámbitos de interés y de estudio son la comunicación, las TIC y la literatura. Responsable de las áreas de Comunicación y de Publicaciones y coordinador de la sección de Letras del Magacín.