¿Estamos despolitizando la literatura producida por africanos y afrodescendientes?

Ya no son tan clamorosas las faltas de respeto de la crítica literaria a las obras producidas por negroafricanos en español. Lejos quedan aquellas sentencias de Carlos González Echegaray en el propio prólogo de Cuando los combes luchaban (1953), de Leoncio Evita, la primera novela escrita por un ecuatoguineano en lengua castellana. En opinión del que fuera director de la Hemeroteca Nacional de España, este trabajo era “una obrita francamente aceptable diferente de los relatos inconexos y absurdos que algunos “morenos” seudointelectuales escriben” […] pero “que bien pudiera haber sido escrita por cualquier escritor novel nacido en nuestra Patria”, como recogía Donato Ndongo, en Antología de la literatura guineana . Frente a prólogos de este estilo, que tuvieron durante la etapa colonial como función garantizar la “moralidad del autor de la novela, pese a su origen africano” a la vez que se subrayaba la incapacidad del colonizado para alcanzar el mismo nivel que los metropolitanos, como refleja Teresa Álvarez en Descolonizar la palabra. Literatura y discurso en África Subsahariana, a día de hoy abundan los que de una manera u otra inciden repetidamente en el desconocimiento que tiene el gran público occidental acerca de las obras producidas por africanos o afrodescendientes.

«Cuando los combes luchaban» de Leoncio Evita se considera la primera novela de un autor ecuatoguineano en castellano.

De hecho, desde aquel título de Leoncio Evita de 1953, han sido varias las obras escritas por negroafricanos ligados al país y que se han nutrido, en muchos casos, de la experiencia colonial, la del exilio –principalmente aquella primera generación de ecuatoguineanos– o de la experiencia migratoria, mucho más reciente, entre África y Europa. Esto ha provocado que haya aumentado el número de nacionalidades de los autores y autoras así como los estilos y las temáticas que tratan. Además, toda esta producción literaria ha sido dividida por la crítica a través de un diverso y complejo etiquetado con el que referirse a una parte de ella. De esta manera, contamos con conceptos como “literatura de migración o migrante”, “literatura del exilio”, “literatura hispano-negroafricana” (de la que hablaba Natalia Álvarez), “literatura negroafricana” (usada por Nelson Sindze), “literatura africana de expresión castellana” en palabras de N’gom “literaturas hispanoafricanas”, de Tomás o “literatura menor”, según el concepto de Nobile, las tres ideas en el mismo libro sobre la literatura ecuatoguineana o “literatura intercultural” entre muchas otras, colocando como nexo común la situación de los autores con respecto al país de “acogida”, su color de piel o la lengua empleada, su marginalidad como producto cultural o su pertenencia nacional o continental.

En ninguno de los casos anteriores se plantea el racismo como un eje vertebrador de los contenidos de las obras. Aquellos que se centran en que la lengua de expresión utilizada sea el castellano, dejan de lado a autores como Cheikh Fayé o Víctor Omgbá, que escriben en gallego, o Agnès Agboton que hace lo propio en catalán, e incluso a otros como Pathé Cissé o Mahmud Traoré que, pese a narrar experiencias acontecidas en España adoptan como lenguaje de expresión el francés. Por no hablar del peso que ocupa la literatura producida con ecuatoguineanos dentro de esta etiqueta, que en ocasiones ha dejado al margen a autores de la talla de Inongo-vi-Makomè. Los que se centran en la temática migratoria, o bien incluyen en el mismo saco subjetividades distintas (la de los migrantes y la de los no migrantes) o bien establecen una separación insalvable entre el exiliado, el migrante y el negro español, siendo todos víctimas de todo un complejo de actitudes racistas. De la misma manera, aquellos que se centran en el lugar geográfico o en el color de la piel del autor o autora, olvidan las relaciones desiguales de poder –de origen colonial– que existen tanto en Europa como en África, derivando en muchos casos en una visión esencialista.

Presentación del libro La niña que curó el Racismo, de Inongo Vi-Makomé. Fuente: Inongo Vi-Makomé y Oumar Diallo (Editorial Wanafrica)

Ante este panorama, proponemos el concepto de “literatura producida desde la herida colonial” por varias razones. La primera de ellas es que nos permite agrupar a un gran número de obras que dan testimonio de la continuidad de las lógicas coloniales en la actualidad, dando historicidad a las relaciones desiguales de poder que son narradas y responden a una realidad que, lejos de ser ficcionada, es muy real. El conjunto de trabajos de Donato Ndongo, de Inongo-vi-Makomè o de Francisco Zamora, así como la producida por una migración más reciente, por ejemplo, muestran esas continuidades opresivas a lo largo de sus numerosas obras. Estos relatos, asimismo, ponen en cuestión el propio relato “nacional” que asegura que España no es racista y el mito de la Modernidad, por la cual el hombre blanco es el paradigma de humanidad. La “literatura producida desde la herida colonial” va más allá de conceptos como el de migritude que plantea Jacques Chevrier o emixilio que apunta Michael Ugarte, al poder agrupar un conjunto más vasto de literatura que no tendría en cuenta la lengua en la que se expresa, la nacionalidad, el color de piel o la situación de los autores/as o protagonistas de las historias, sino su posicionamiento respecto al racismo estructural que domina el mundo.

También puede ser una manera más de repensar que el carácter colonialista que han tenido las Ciencias Sociales, surgidas en un momento en el que Occidente se encontraba en un proceso de expansión colonial, sigue teniendo vigencia aunque sea de una manera mucho más sutil, como señala Wallerstein. De hecho, enfatizar aspectos de la literatura olvidando la repetida alusión a la existencia de privilegios y opresiones raciales no hace sino despolitizar este tipo de obras. Es una manera de dar la espalda a injusticias que ocurren tanto en Europa como en África y que, desgraciadamente, siguen teniendo una base “racial”. Y pese a que ni todas las personas blancas son opresoras ni todas las personas negras oprimidas –élites negras surgidas al albor del pacto colonial lo atestiguan– sí que es cierto que el marco en el que se estructura el mundo discrimina epistemológica, ontológica y materialmente a las personas “racializadas”. La literatura producida desde la “herida colonial” da buena prueba de ello.

Este artículo es una síntesis del propio autor de un trabajo de investigación más amplio que puede servir para profundizar más en la literatura producida desde la “herida colonial”, y consciente de que este concepto no es está cerrado ni exento de críticas se puede consultar en:

http://www.tonosdigital.es/ojs/index.php/tonos/article/view/2118

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José Manuel Maroto Blanco

Graduado en Historia por la Universidad de Granada, actualmente está realizando su tesis doctoral sobre la continuidad de las lógicas coloniales en España desde el Segundo Franquismo hasta la actualidad. Ha realizado trabajo de campo en Camerún, Senegal, Costa de Marfil y Guinea Ecuatorial. Enamorado de la literatura africana, por lo mucho que dice y lo poco que calla. En continuo aprendizaje...