“La música me ayuda a acabar con los demonios de la guerra”

Emmanuel Jal. Foto: Joseph Perna.

Emmanuel Jal. Foto: Joseph Perna.

“Nací en 1980 en Tonj, actual Sudán del Sur y mi niñez estuvo marcada por la guerra. Mi madre y mis tías fueron asesinadas y solo dos tíos míos sobrevivieron. Cuando cumplí los siete años mi padre decidió enviarme a un campo de refugiados a Etiopía para que pudiera ir a la escuela, pero al cabo de poco fui raptado y me convertí en niño solado”.

Así se presenta Emmanuel Jal, cantante de hip-hop y activista afincado en Canadá. Desde Toronto, en la sede de su propio sello discográfico Gatwitch Records, Jal rememora episodios dantescos de su vida. A pesar de todo, y 20 años más tarde, la suya es una carrera en la que no hace más que cosechar éxitos y ganarse el respeto de artistas y público a lo largo del mundo.

Perfilando los últimos preparativos para dar a luz lo que será su quinto álbum internacional, The Key (o La Clave, Gatwitch Records, 2014), Emmanuel avanza que se trata de un disco dedicado a los derechos de la infancia. “Todos los fondos recaudados de la venta de The Key se emplearán en diferentes iniciativas que invierten en la mejora de la vida de los niños”, explica. El single promocional se llamará My Power y, tal como asegura, se lanzará en pocas semanas.

Para este trabajo, Emmanuel ha contado con la colaboración del músico estadounidense Nile Rodgers. “Hace varios años que nos conocemos, y un día me dijo: Emmanuel, vamos a encerrarnos en el estudio y vamos a hacer un superéxito. Evidentemente, pensaba que se estaba cachondeando de mí, pero, ¡creo que lo hemos conseguido!”, sonríe Emmanuel mientras, emocionado, acciona el play de su reproductor para que suene un fragmento de la canción My Power.

Otra de las colaboraciones en The Key es la de Nelly Furtado, con la que ha grabado Party. Además, una de estas canciones figurará en la banda sonora de The Good Lie, película sobre refugiados sudaneses en Estados Unidos protagonizada por Reese Witherspoon, que se estrenará el próximo otoño.

  • La historia de un niño soldado

“Mi padre, que luchaba junto a la guerrilla de liberación, me obligó a andar durante días junto a un grupo de personas para huir de Sudán, en lo que fue un viaje infernal. Fuimos atacados por hipopótamos. A algunos se los comieron los cocodrilos. Otros se ahogaron. Y cuando conseguimos llegar a Etiopía, no sirvió de nada porque me reclutaron como niño soldado. Fue una hecatombe. Pasamos mucha hambre y como no había suficiente comida para todos, muchos menores morían y teníamos que enterrarlos y velarlos nosotros mismos. Imagínate vivir eso con siete años”, comenta sin inmutarse y con voz serena.

La muerte y la escasez de alimentos lo acecharon desde entonces. Y a pesar de que intentó suicidarse varias veces cuando tenía 12 años, el joven se agarra con fuerza a la vida y confiesa que en ella, tanto el miedo como la valentía son indispensables. “Todo el mundo tiene miedo, pero si solo vives con miedo, no vives. El coraje es la fuerza que nos hace afrontar el día a día. De hecho cuando afrontas el miedo con agallas es cuando haces que la creatividad se sitúe en su punto álgido. Y solo entonces la mente es capaz de encontrar soluciones. Lo peor que nos puede pasar en esta vida es que nos muramos, pero igualmente todos moriremos. Así que, ¿para qué preocuparnos? Lo único que importa es morir con dignidad”, afirma el artista.

Emmanuel tiene ahora 34 años, y su historia de vida ya se ha plasmado en forma de autobiografía escrita en War Child: A Child Soldrier’s Story (2009) y en el documental dirigido por C. Karim Chrobog, War Child (2008). Su testimonio ha sido recogido en entrevistas que han dado la vuelta al mundo, en cadenas como la BBC, y su participación en la serie TED en 2009 ha sido una de las charlas más conmovedoras hasta el momento. Actualmente es uno de los principales artífices en campañas e iniciativas contra el tráfico de personas humanas, la erradicación de las armas o la pobreza como Make Poverty History o Control Arms. También es el fundador de Gua Africa, una ONG que trabaja en Kenia y Sudán del Sur para defender las vidas y la dignidad de niños y familias que han sufrido las causas de la guerra.

  • El campo de batalla musical

A pesar de tener una carrera profesional brillante, hay detalles de su vida que siguen pareciendo salidos de una película de ciencia ficción. “Una vez, cuando era niño soldado, hacía días que no comíamos y en medio de la noche, cuando nos estábamos literalmente muriendo de hambre, vino a mí una mujer de la que nunca supe el nombre y a la que nunca más volví a ver. Me escondió, me dio de comer sopa y pescado y me dijo: cómete esto, es solo para ti, porque te espera un futuro brillante”, cuenta impresionado de su propia anécdota.

Por historias como ésta, Emmanuel bromea con escribir algún día un libro sobre las mujeres que lo han ayudado a sobrevivir y a triunfar. Asegura que incluso ahora, siente que de vez en cuando aparece algún nuevo “ángel de la guarda” en su vida. “En Kenia tengo a la señora Mum, mi guía espiritual. En México tengo a mi mentora, Erica Fuentes, quien me ayudó a fundar Gatwitch Records. En Canadá está Dona Thompson, la razón por la que resido aquí ahora… Y así como doce mujeres en diferentes partes del mundo que velan por mí. Y estoy seguro de que todos podríamos escribir un libro sobre nuestros ángeles de la guarda”, asegura.

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Emmanuel Jal. Foto: Joseph Perna.

Pero de todas estas personas, hay una en particular que representa el punto de inflexión de su biografía. “Después de haber escapado de mi vida como niño soldado, conocí a una cooperante británica en el campamento de Waat, al este de Sudán, Emma Mccune. Con ella me fui a Kenia, donde empecé a contar mi historia a todo el mundo. También empecé a hacer música, aunque nunca planeé ser músico. Había soñado con ser ingeniero informático, médico, intelectual… Pero la música vino a mí como accidente. Me di cuenta de que en realidad, con la música, podía hablar mucho más alto de lo que hacía en cualquier despacho en los que me sentaba a contar los detalles de mi historia”, afirma el artista.

“Empecé a hacer música primero de todo para mí mismo, porqué la música es un calmante para el dolor. Porqué a través de la música le puedes hablar a tu corazón, a tu mente, a tu alma… Si te fijas, para mucha gente que ha sufrido, la música es lo único en lo que encuentra consuelo. Por eso con mi música busco crear esa vibración positiva capaz de sanar a las personas y me intento rodear de otros músicos que busquen crear lo mismo”, confiesa desgranando lo que define como su principal receta de éxito.

Pero sería frívolo decir que Emmanuel ha cambiado un fusil por un micrófono. Si bien reconoce que las habilidades aprendidas en la guerra le sirven para afrontar su día a día, también admite que “la vida no es un campo de batalla” y que “no hay que confundir ser valiente con estar loco, porque siempre hay que saber cuándo y dónde retirarse”. Lo dice refiriéndose a lo que para él, a veces, tiene cierto punto de semejanza con el terreno bélico.

“La industria musical se puede parecer a un campo de batalla. Hay muchas voces que quieren ser escuchadas, pero tienes que ser muy valiente si quieres sobrevivir. Aunque ser valiente y tener talento no es suficiente. Tienes que ser listo, saberte adaptar y saber moverte correctamente. No se trata solo de estar cotizado porque si no eres lo bastante astuto, cuando llegas a ciertas esferas de éxito, puedes acabar teniendo una vida completamente vacía. Una vida de fiestas, sexo, drogas y diversión… Pero vacía de contenido. Y así comunicar un mensaje también vacío y estéril. Ese no es mi camino. Yo estoy en la industria musical para comunicar un mensaje auténtico. Para escribir una parte de la historia. Para que el arma de la música ayude a la gente a aprender. Para luchar con el mensaje de la paz”.

“La música me ayuda a alumbrar los sitios más oscuros, y cuando pones un rayo de luz donde había oscuridad, los demonios desaparecen”, afirma el sur-sudanés. “Yo mismo me pongo como ejemplo, porque somos los humanos los que podemos ser ángeles o demonios. Y me pregunto a mí mismo: ¿quizás sea yo también un ángel de la guarda para alguien y al mismo tiempo un diablo para otro?”.

  • Un mensaje: «Queremos paz»

Un año después de que Sudán del Sur celebrara el referéndum que lo convirtió en el país más joven de África, en 2011, el cantante lanzó una campaña para promover, a través de la música, un mensaje de paz. Así, la canción We Want Peace (Queremos paz) movilizó a personas en diferentes puntos del mundo para despertar conciencias. El tema forma parte de su álbum See Me Mama, un trabajo dedicado a su madre. “Me siento muy afortunado porque mucha gente me ayudó a que el mensaje se escuchara. No solamente en los países africanos. En México, Inglaterra, Canadá, España… Incluso en escuelas de China la canción ha sido un éxito”. Y apostilla: “We Want Peace se ha convertido en un leitmotif. Es más que una canción: una plataforma para contar mi historia internacionalmente”.

A pesar de su mensaje reconciliador y positivo, Emmanuel se pronuncia sin titubeos ante la actual situación política de Sudán del Sur, cuya fragilidad social parece borrar la ilusión de los que creyeron en la emancipación nacional de Juba respeto al centro administrativo de Jartúm. “Es muy frustrante porque el gobierno miente y ha creado una situación de censura ante cualquier voz que se le oponga. Han abocado la situación a etnicidades absurdas y a confrontaciones tribales que solo causan odio…”, opina.

Emmanuel tiene constantes giras que lo llevan a un lado y a otro del planeta, y a pesar de contar coon una residencia más o menos fija en Toronto, como la mayoría de personas que se ven forzadas a la migración, sigue soñando con volver a vivir al lugar donde nació. “La última vez que estuve en la región sur del Kordofán, en Sudán, fue en 2012. Planeaba volver el año pasado. De hecho estaba invitado a unas charlas en la capital, en Juba, donde tenía mi casa. Pero se dio la casualidad que también me invitaron a cantar a una fiesta junto a Nelly Furtado. En Juba me pagaban para ir a contar mi experiencia y en la fiesta no. Al final decidí quedarme en Toronto y participar del concierto junto a otros amigos. Y bueno, ahora sé que si hubiera escogido ir a Juba, seguramente me hubiera quedado atrapado en la ciudad o incluso podía haber muerto, como les pasó a centenares de personas. De hecho, destruyeron mi casa. Así que podríamos decir que mi elección determinó mi vida. Y es que a veces, una gran oportunidad puede acabar contigo, y otras, te puede salvar”, reflexiona el músico y activista africano. “Una vez más, se trata de escoger lo que te dice el corazón. Quizás, esa sea la única clave”.

Artículo publicado originalmente en Planeta Futuro (El País) el 14 de julio de 2014.

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Investiga y escribe sobre ciudades africanas, derechos humanos y música. Le mueve la creatividad con la que construye futuro la juventud africana en contextos urbanos, especialmente en África del Este. Sus campos de trabajo son el periodismo escrito y radiofónico, la investigación o la gestión cultural. Cofundadora de Wiriko y coordinadora de Seres Urbanos (EL PAÍS), actúa como consultora independiente para entidades del tercer sector y actualmente, es Técnica de Cooperación Internacional en el Ayuntamiento de Girona. Licenciada en Filosofía (UB), posgraduada en Estudios Africanos y Desarrollo (UPF) y máster en Culturas y Desarrollo en África Subsahariana (URV).
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