9 aspectos del Rey León que te harán aborrecerlo

Imagen del Rey León donde se muestra la sabana africana en todo su esplendor en una puesta de Sol bucólica.
Hace ya veintiún años que el conglomerado mediático Disney dio en el clavo con lo que se convertiría en uno de los mayores taquillazos del cine de la historia: el Rey León. Dieciocho años después de que la cinta de animación subiera a los escenarios de Broadway de la mano de Julie Taymor para convertirse, año tras año, en un éxito rotundo, el musical ha batido todos los récords mundiales, generando alrededor de 5.000 millones de euros y erigiéndose como «la mayor recaudación en taquilla de la historia».
Con una banda sonora que le mereció dos Oscars, El Rey León es una obra de entretenimiento excelente para niños y niñas, que se ha podido mercantilizar perfectamente en forma de peluches, camisetas y vídeo-juegos. Sin embargo, no es una obra inofensiva. Su carga ideológica está llena de valores universales construidos desde el seno de la sociedad norteamericana, blanca, de clase media y heterosexual, que pretenden hacerse extensibles a escala mundial. Despreciando culturas periféricas, se naturalizan prácticas sociales a partir de protagonistas animales que se humanizan y transmiten valores llenos de estereotipos a un público infantil.
Después de que el musical El Rey León desembarcara en el Oshwal Theatre de Nairobi bajo el título de Simba, y con el entusiasmo de un grupo de jóvenes bailarines y actores y actrices amateurs, hemos decidido lanzarnos a analizar la obra con la mirada más crítica.
He aquí 9 aspectos que te harán aborrecer El Rey León:
1. Retrata una África irreal y estereotipada: ¿Cuántos elementos de las culturas del Sur del Sáhara encontramos en El Rey León? Más allá de que aparecen las Cataratas Victoria y el monte Kilimanjaro; de que los nombres de algunos de los protagonistas son Kiswahili, como es el caso de Simba (que significa literalmente león) o de que Hakuna Matata (ningún problema) es una expresión de esta lengua hablada en gran parte del África del Este , no hay representación de África. Y la poca que hay, está absolutamente llena de estereotipos. Rafiki (amigo en Kiswahili), el mandril que actúa como chamán y conduce los ritos de iniciación, representa la tradición y el inmovilismo de África. Su carácter medio enloquecido lo presenta como un ser extraño y exótico. Pero los rasgos africanos de Rafiki brillan por su ausencia más allá de representar el nexo entre el mundo visible y el invisible. Efectuando rituales cristianos como el del bautizo de Simba o meditando en la postura budista de la flor de loto, Rafiki parece querer aportar matices de diversidad cultural, pero acaba siendo un personaje extravagante y enloquecido.
2. Es machista y patriarcal: Disney ya nos tiene acostumbrados a historias de príncipes y princesas, y a los estereotipos clásicos del patriarcado. Pero en El Rey León, la familia tradicional, monógama, se entrona como la ley natural, y la heterosexualidad como la única tendencia sexual capaz de conseguir que el cíclo de la vida se realice. Las leonas (Sarabi, la madre de Simba, y Nala, su amiga y futura esposa) son cazadoras por excelencia, pero no es sino en las escenas en las que Scar reina que se ilustra como el malvado villano las obliga a salir a cazar. Nala, que siempre gana en todas las peleas, es el perfecto ejemplo del peso de la leona para la permanencia de la manada. Pero en cambio, las leonas son asumidas como seres dependientes y sumisos, y a pesar de ser más fuertes que los leones, se las despoja de capacidad para gobernar. Los leones son los que poseen el saber, el poder político y social y el rol de la transmisión. El peso que Mufasa tiene para Simba, además, es casi obsesivo y recalca que el niño tiene como referente a su padre, quiere ser como él, y el momento de rebeldía que vive al apartarse de la manada es una mera crisis de identidad que se resuelve cuando Simba es adulto y asume «el buen camino» y su toma de responsabilidades como hombre. En definitiva, una fábula cargada de connotaciones machistas que se dirige, sobre todo, a la construcción de cierta moral en los niños.
3. Es homófoba: Que durante el trono de Scar la tierra donde vive la manada acabe siendo una tierra infértil, con sequías y abocada a la desaparición de la especie, tiene una clara lectura en la incapacidad de reproducción de los homosexuales. Desde el inicio de la obra, Scar parece detestar la relación entre Mufasa y Sarabi, los padres de Simba. Su carácter es presentado como el de una persona débil, que no da la cara y miente para salvar su propio pellejo. Su forma de hablar amanerada y la utilización de frases en francés (en la versión original), a la que pone voz el actor Jeremy Iron, se ha tachado de excesiva emotividad.
Pero Scar no es el único personaje de tendencia homosexual en la obra. Los divertidos Timón y Pumba, un pequeño suricata saltarín y un jabalí verrugoso, son vistos como la pareja gay por excelencia. Recelosos de la relación entre Simba y Nala, y aislados del resto de animales, en ningún momento se reconoce que son pareja y parece ocultarse a la mirada del espectador su condición. «Pumba, que hay niños delante», dice Timón durante la escena de Hakuna Matata. Sin embargo, parece obvio que una relación entre personas del mismo sexo es perfectamente apta para educar a una criatura como Simba.
4. Es Islamófoba: El politólogo y ex «número 3» de Podemos, Juan Carlos Monedero, ya popularizó el análisis del Rey León que critica la película como propaganda anti-árabe. Por supuesto, no es el único que ve la obvia relación entre la simbología árabe y las escenas que protagoniza el malo de la película. Scar es más oscuro que su hermano Mufasa, y su cara y su barba puntiagudas lo asemejan a algunos líderes del mundo islámico como el palestino Husseini. Pero una escena es clave para entender como Hollywood sataniza a Scar. Al final de Preparaos (Be Prepared, en su versión original) la media luna -símbolo islámico por excelencia-, se convierte en una prueba fehaciente de que Disney asemeja la maldad y vileza de un personaje déspota y lleno de avaricia como Scar a la maldad y vileza de los líderes del mundo Islámico. Para enfatizar aún más el mal que representa Scar, quien pretende organizar un golpe de estado contra su hermano -con las hienas desfilando cual ejército nazi-, en la escena de Preparaos la luz que ilumina al protagonista proviene de abajo (el infierno).
5. Es racista: La islamofóbia no es la única obviedad en las escenas donde Scar aparece. La marca que Scar tiene en la cara, lo emparienta con el personaje de Caín, quien en el Génesis es presentado como un personaje oscuro que traiciona a su hermano Abel. Caín, al igual que Cam -el hijo de Noé-, son dos personajes a través de los que el cristianismo busca argumentos para castigar a los negros, y a través de los que se justifica durante siglos su esclavitud. En el Rey León, además, el etnocentrismo americano pone acento «local» (del centro de su cultura) a los protagonistas: la familia real. Y los dota de características blancas, anglosajonas y protestantes (WASP: white, anglo-saxon and protestant). Mientras, las hienas son animales con acento afrodescendiente en su versión americana (Woopy Goldberg pone voz a una de ellas), en su versión latina su acento es mexicano, agitando los fantasmas racistas y extremistas de la sociedad norteamericana. Es decir, los animales más viles de la obra se asemejan a los vecinos de los gueto norteamericanos: latinos y afroamericanos.
6. Es clasista: No solamente hace apología de la servidumbre a través del personaje de Zazoo, un pájaro que es súbdito del monarca. Las hienas, tres personajes negros, representan parásitos sociales que solo pueden apoyar la subida al trono de un villano que beneficie su consumismo. En la fábula son presentados como personajes anti-sistema, violentos por naturaleza, que amenazan el bienestar del reino. Las hienas viven de la carroña y de las sobras, porque son pobres. Son seres despreciables que ansían las posesiones de los leones pero que desprecian su forma de vivir.
7. Es anti-democrática: El Rey León es un relato conservador en el que el poder es hereditario y por gracia divina. Cuando se presenta a Simba en sociedad, igual como se hará con su hijo al final de la obra, una luz se proyecta en el cachorro desde arriba, indicando que es Dios quien lo ha elegido como rey. Se trata de un modelo inamovible, que no acepta cambios, ya que cualquier cambio afecta severamente al total de la naturaleza, haciéndola flaquear y entrar en caos y destrucción. Todo es así por un motivo ancestral que explica la vida. Si esto se cambia, Dios castigará a los seres de la tierra con su aniquilación. En este «inevitable» ciclo de la vida no hay lugar para la democracia ni la participación, y además, se demuestra como el poder «desde abajo» es maligno. Que Mufasa muera en una estampida, para salvar a Simba y Nala de las hienas, es una metáfora de que el rey debe vivir aislado de la sociedad, fuera del peligro y el riesgo de ser pisoteado por ella.
8. Justifica las injusticias: El Ciclo de la Vida explicado por Mufasa a su hijo Simba, justifica la estructura social y la gestión de los recursos de tal forma que exime de responsabilidades a los miembros de la sociedad representados por la manada de leones. Así, todos los estratos de la cadena trófica dan la bienvenida al nuevo monarca, que representa su propia muerte. En la obra, solamente se ve violencia ejercida hacia otras especies como los antílopes cuando es Scar quien gobierna el reino, pasando por alto que durante el reino de Mufasa o el posterior mandato de Simba, la violencia contra cebras, búfalos o impalas es igual de feroz.
9. Sostiene un supuesto «conformismo de los pobres»: Timón y Pumba viven en un lugar precioso, en medio de una tierra fértil, pero no tienen alimentos ricos. Sus proteínas provienen de los gusanos y no de las cebras. Pero son felices y se conforman en no tener más. Este conformismo se traduce en el hit de la obra: Hakuna Matata. Una oda a la pereza, a la despreocupación, a la celebración de la falta de responsabilidades y a la felicidad de los que no deben preocuparse por mejorar su calidad de vida, lo cual explica el por qué no viven mejor. Es en realidad el reverso del ideario liberal, que en España conocemos a través de grandes frases de nuestra historia contemporánea como el «que se jodan» de Andrea Fabra a los parados o con la pulla que lanzó Durán i Lleida a los agricultores andaluces, tachándolos de holgazanes y bebedores. En este sentido, el Rey León refuerza las narrativas del darwinismo social en que los que son pobres, lo son porque son inferiores, menos inteligentes y menos arriesgados que el resto.
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