Wonder Workshop: el taller de las maravillas de Oyster Bay
El residencial barrio de Oyster Bay, ubicado cerca del corazón de Dar es Salaam (Tanzania) alberga un pequeño rincón donde arte y reciclaje se unen gracias a la iniciativa de una ONG. Se trata de Wonder Workshop, una idea que nació de la mano del fotógrafo inglés Paul Joynson-Hicks en 2005 como una estrategia para combatir la pobreza y la mendicidad, ofreciendo la oportunidad a personas con discapacidades físicas y enfermos de polio de llevar a cabo una actividad económica sostenible que les permitiera abandonar las calles.
Bautizado en un comienzo como Wonder Welders, el proyecto arrancó dando trabajo a ocho personas que fueron instruidas en la fundición de metal. Poco a poco, empezaron a experimentar y a combinar materiales, diseñando figuras decorativas para jardines e interiores. Casi diez años después, ha multiplicado por cinco el número de trabajadores que emplea, introduciendo también nuevas técnicas artísticas, convirtiéndose así en un punto de referencia dentro del arte del reciclaje de la ciudad.
La pequeña finca que alberga el proyecto es un nido donde chatarra, residuos y desechos se mezclan con pequeñas obras acabadas. Montones de botellas de vidrio y plástico donadas yacen en los alrededores más recónditos del patio central, un espacio donde el arte se manifiesta de diversas formas, en una amalgama de materiales, figuras y colores. Un lugar donde tampoco pierden protagonismo los verdaderos artífices de todas las obras: los cuarenta y tres hombres y mujeres que añaden a cada pieza su toque de originalidad.
Trabajan en equipo, y disfrutan entre ellos de una pequeña autogestión, que se materializa en la elección periódica del presidente o presidenta del comité de trabajadores. Supervisados siempre por un encargado y experto de sección, aprenden y experimentan continuamente, por lo que sus creaciones están sometidas a una constante evolución. Cada uno de ellos está especializado en una disciplina, de acuerdo a su talento y creatividad así como a la posibilidad de poder llevarla a cabo de acuerdo a sus circunstancias. Ellos se muestran muy agradecidos, pues han dejado atrás las calles del centro y se han convertido en verdaderos artesanos capaces de transformar la basura en piezas de arte únicas.
Los talleres se dividen en cinco grandes secciones, donde los materiales son explotados de infinitas maneras. En la sección de madera se trabaja con muchos trozos procedentes de fábricas y almacenes que ya no son útiles. Una vez en el taller, son reciclados, labrados y finalmente convertidos, entre otras cosas, en piezas de abecedario y juguetes. Algunos de ellos, posteriormente, son también barnizados con aceite de coco, y pasan a formar parte de originales pulseras, collares y pendientes.
La sección del metal es sin duda la más auténtica de todas ellas, además de la inspiradora indiscutible de esta propuesta. Se trata de uno de los materiales más complicados, por eso el propio taller está dividido en diferentes áreas. Con ayuda de sierras y soldadoras, el metal es transformado en articulos decorativos, que muchas veces son adornados con hilos de cobre.
En el apartado de cristal, se trabaja fundamentalmente a partir de botellas de vidrio donadas y minimizadas a pequeñas cuentas, que son utilizadas para fabricar pendientes, collares y lámparas.
En la sección de jabones y velas, tres mujeres trabajan la materia con sumo cuidado, profiriéndole infinidad de formas y colores. Muchas veces, además, se ayudan de aceites de Zanzíbar para impregnar las piezas, que también son decoradas con el papel reciclado que procede del último taller.
Allí reciclan el papel que reciben a través de donaciones de libros, periódicos, revistas y cajas de cartón. Papel de varios colores, grosores y tamaños que se mezcla con restos de piña, cebolla y hojas de plátano. El resultado son tarjetas de invitación, postales e incluso marcos para fotografías.
Todas las obras se venden después en la tienda que preside el complejo: un lugar donde las piezas están colocadas de manera minimalista, lo que permite que se puedan apreciar todos los detalles de las creaciones. También se comercializan en dos tiendas situadas en el norte del país, contribuyendo a la financiación de un proyecto que, aunque recibe dádivas de diferentes empresas y particulares, sigue teniendo muchas carencias. “El metal es un material caro, y dado su valor no recibimos muchas donaciones», admite Lissette, coordinadora del proyecto. Por eso la busqueda de vías de financiación sigue siendo una lucha. Miran al futuro con el ojo puesto en el plástico, mientras trazan un plan para dar continuidad al proyecto y poder formar a un mayor número de artesanos.
* Fotos: Aideen Kennedy Gil
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[…] en torno al “arte y reciclaje” como el congoleño Maurice Mbikayi,o el proyecto tanzano Wonder Workshop s, que trabajan con materiales reciclados para construir a través de ellos un discurso crítico y […]
[…] Artículo original publicado el 30 de Enero de 2014 en Wiriko. Para verlo, pulsa aquí […]
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