El desarrollo de Zanzíbar tiene banda sonora propia

La única academia de música tradicional de la costa suajili podría cerrar sus puertas si no consigue los fondos necesarios antes de que termine el año

Cae el Sol en la calle Mizingani, en Stone Town, mientras los turistas hacen cola para tomarse algo en el Mercury’s bar, uno de los lugares más visitados de Zanzíbar. Allí, disfrutan de los atardeceres rindiendo tributo a Freddie Mercury, un peculiar zanzibareño nacido de padres indios funcionarios de la Administración colonial durante el periodo en que la isla fue protectorado británico. Entre risas y suspiros, un matiz sonoro especiado se mezcla con el Bhoemian Rhapsody sonando en los bafles del bar, diluyendo el rock británico en la cadencia de las cuerdas de un qanun. Esta cítara llegó de Oriente Medio hasta Zanzíbar de la mano de los árabes, que en el siglo XVI dominaron 3.000 kilómetros de costa desde Mogadiscio, en Somalia, al sur de Mozambique.

Junto al característico instrumento de cuerda se oye a lo lejos un laúd, un violín y una voz femenina cantando en kisuajili, obligando al extranjero a afinar el oído y sumergirse en el embruje de la historia hecha canción. A pocos metros de la famosa tasca, y dentro de un viejo edificio de arquitectura suajili, ensayan Siti & the Band: un joven grupo que rescata y moderniza los sonidos tradicionales de la música taarab, patrimonio cultural fruto de la rica fusión histórica en la región.

Que hoy el taarab siga vivo y esté en el corazón del entrenamiento en esta isla africana es, en gran parte, gracias a la labor que desde 2002 desempeña la Dhow Countries Music Academy (DCMA): la escuela ubicada en el emblemático edificio de tres plantas Old Customs House y la única academia de música del mundo donde se enseñan las artes de los sonidos tradicionales suajili. Sin embargo, la escasez de fondos amenaza tanto a alumnos como profesores, así como a todo un ecosistema cultural y educativo que contribuye enormemente a generar oportunidades para la juventud, las mujeres y los grupos más desfavorecidos de la llamada Isla de las Especias.

Este artículo ha sido posible gracias a un acuerdo de colaboración entre Wiriko y Planeta Futuro (El País). Para seguir leyendo, pincha aquí.

The following two tabs change content below.
Investiga y escribe sobre ciudades africanas, derechos humanos y música. Le mueve la creatividad con la que construye futuro la juventud africana en contextos urbanos, especialmente en África del Este. Sus campos de trabajo son el periodismo escrito y radiofónico, la investigación o la gestión cultural. Cofundadora de Wiriko y coordinadora de Seres Urbanos (EL PAÍS), actúa como consultora independiente para entidades del tercer sector y actualmente, es Técnica de Cooperación Internacional en el Ayuntamiento de Girona. Licenciada en Filosofía (UB), posgraduada en Estudios Africanos y Desarrollo (UPF) y máster en Culturas y Desarrollo en África Subsahariana (URV).
1 comentario

Trackbacks y pingbacks

  1. […] ocurre en este archipiélago, hoy parte de Tanzania. Si bien hace escasas semanas os hablamos de la necesidad de apoyar la enseñanza de la música tradicional swahili, Siti evidencia la vigencia de los sonidos de esta rica cultura del África Oriental en una era en […]

Los comentarios están desactivados.