Beauty and the dogs: un Túnez posrevolucionario y traumático a examen en la SEMINCI
El pasado fin de semana se presentó en la 62ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI) la película Aala Kaf Ifrit (Beauty and the Dogs / La belle et la meute) que participa en la sección Punto de Encuentro del festival. Dirigida por la directora tunecina Kaouther Ben Hania, que se estrenó en 2014 con su trabajo Challat of Tunis, y siguió su trabajo en 2016 con Zaineb Hates the Snow, la película es una coproducción en la que han participado varios países como Túnez, Francia, Suecia, Noruega o Líbano. Participó en el festival de Cannes donde tuvo una gran acogida entre el público y además recibió el premio Un Certain Regard de la Sección Oficial.
Este drama nos traslada a una noche cualquiera en el Túnez post revolucionario. Mariam (Mariam al Ferjani) es una joven universitaria de 21 años que ha organizado una fiesta para estudiantes en la que disfruta y baila junto con su amiga Najla hasta que su mirada se cruza con la de un joven enigmático llamado Youssef (Ghanem Zrelli). A partir de ese momento la protagonista va a tener que hacer frente a una situación en la que se ve envuelta de forma involuntaria y de la que no conseguirá olvidarse.
Dividida en nueve actos, Aala Kaf Ifrit nos introduce en una laberíntica noche en la que la protagonista deberá tomar diferentes decisiones. Si al final del primer acto vemos a una sonriente Mariam saliendo de la fiesta con su nuevo acompañante, en el segundo acto la vemos corriendo y gritando en medio de la calle, desorientada y con el maquillaje corrido después de una situación que la ha dejado en shock: ha sido violada por dos policías. Mariam deberá enfrentarse a la indiferencia de una sociedad que aún se recupera de la Revolución de los Jazmines, a las miradas reprobatorias de las otras mujeres, a la incapacidad de reacción de las personas que la rodean o a la burla y el sarcasmo de la propia policía. Acompañada por Youssef, que la guía y en ocasiones la persuade para tomar decisiones, Mariam intenta obtener un certificado que demuestre que ha sido violada y poder denunciarlo. Pero la burocracia y el orden se imponen a la empatía y a la solidaridad: para poder ser examinada, debe poner primero la denuncia en la misma comisaría, con todo lo que ello conlleva para la protagonista.
Cada acto se convierte así en una montaña rusa donde perdemos y recuperamos la esperanza continuamente y asistimos a la lucha constante de Mariam para hacer valer sus derechos y su dignidad. Pero, ¿a dónde vas cuando a aquellos a los que pides ayuda son los mismos que te han llevado a esa situación? La joven tunecina intentará defenderse y luchar en un sistema en patriarcal en el que los hombres tienen la última palabra y donde cada avance parece un retroceso. A través de 95 minutos, el público se pone en el lugar de Mariam y logra entender, aunque sea en parte, lo que supone luchar contra viento y marea después de haber sufrido una violación y que nadie te crea. Una lucha en la que, a pesar de la compañía, viaja completamente sola por las cloacas de un mundo que ha decidido ponerla a ella al borde del abismo y al resto de las mujeres en un segundo plano.
La división en nueve actos sorprende e inquieta. La fuerza de los guiones es un punto a favor que logra que el espectador no quite la vista ni un segundo de la pantalla. Los planos cortos y rápidos, que hunden en la confusión y la desesperación, hacen el resto. El papel que realiza la actriz Mariam al Ferjani eclipsa todo lo demás y a través de sus ojos podemos llegar a comprender el horror por el que ha pasado. Un horror que la llevará a tomar sus propias decisiones y luchar por recuperar su dignidad en un mundo hecho a la medida de los hombres.