Rentrée: florecer en otoño
“Temo porque estoy viendo que la única forma de no pelear es morir. Y no quiero morir”.
(Uzodinma Iweala, Beasts of No Nation)
Ha sido un verano gris. El pasado 12 de agosto nos dejaba el maestro egipcio afincado en Dakar Samir Amin, considerado uno de los intelectuales más brillantes de la izquierda contemporánea. Él, con el que tuvimos la suerte de compartir velada el año pasado en el marco del Rototom, ya nos advirtió de que cualquier alternativa debía pasar por la necesaria desconexión del capitalismo. Y es que a los pequeños, a los “desheradados”, que diría Fanon, el sistema nos excluye por… sistema.
Su partida nos cogía en baja forma. Nos dejaba a los pocos días de anunciarse la creación de un hipotético centro de estudios africanos en el Instituto de Empresa de Madrid, después dado a conocer como Africa Centre, y el nombramiento de Begoña Gómez —esposa del presidente Sánchez—, como directora. Desolador. Otro organismo más para fomentar los negocios españoles en África, prostituyendo a la vez el prestigio de la academia. ¡Cómo si no existieran ya un Centre d’Estudis Africans i Interculturals de Barcelona o el Grupo de Estudios Africanos de Madrid, de dónde hemos salido la mayoría de africanistas de España!
¿Se ha planteado el presidente español crear, por fin, una facultad de estudios africanos, aún a día de hoy inexistente en todo el país? ¿Financiar los proyectos de investigación existentes en materia africanista? Y algo más intrigante (quizás), ¿leerán siquiera Begoña Gómez y Pedro Sánchez proyectos como el nuestro, Africaye, Mundo Negro, el blog África no es un país o Afribuku? ¿Conocerán la labor de divulgación de colectivos afrodescendientes como Afroféminas, Radio Africa o Espacio Afro? ¿Sabrán que los proyectos periodísticos como Wiriko estamos prácticamente abocados al respiracionismo, o lo que es lo mismo, a vivir del aire?
Huérfanos y apaleados, recibíamos otra triste noticia: la emisora M21, con la que llevábamos trabajando profesionalmente desde 2016, cancelaba nuestro programa semanal por cambios en la dirección y en la parrilla. Y a partir de septiembre, las ondas se quedarían sin su aderezo africano. Así, uniéndose a la cancelación de AfroClub —otro programa experto en la materia emitido hasta la fecha por Radio Gladys Palmera—, la única estación pública de España con un programa completamente dedicado a la música africana y las culturas afrodescendientes, dejaba de apostar por África, como se había hecho bajo el paraguas de Jacobo Rivero.
Y ahora, ¿qué?
“¿Dónde empieza y termina Wiriko?”, preguntaba el antropólogo Albert Roca —al que consideramos un poco responsable, al menos indirectamente, de este proyecto— en el último Congreso Ibérico de Estudios Africanos de Granada. En una mesa moderada por la antropóloga lisboeta Clara Carvalho, Roca, modificando emotivamente su discurso tras escuchar atentamente nuestro taller sobre músicas africanas, elogiaba Wiriko y reivindicaba la labor divulgativa y los esfuerzos realizados desde nuestro proyecto para fomentar el conocimiento de las sociedades y culturas africanas. Palabras balsámicas para los que le debemos todo a investigadores como él. Y un chute de energía para seguir luchando.
Es cierto que esto es un auténtico pulso, que como advierte la cita de Uzodinma Iweala en Beasts of No Nation, es una batalla contra la muerte. Precariedad y creatividad son dos términos que nos han acompañado desde que nacimos, ahora hace 6 años. Wiriko emergió como el primer proyecto periodístico en divulgar las culturas del África subsahariana contemporánea. Gracias a la motivación y el convencimiento de cuatro, por aquél entonces, neófitos de África, discípulos del historiador africanista catalán Ferrán Iniesta o del politólogo congoleño Mbuyi Kabunda, hoy seguimos estando convencidos de que cualquier divulgación del continente tiene que tener un pie en la academia. Y ya no somos cuatro, sino decenas de milicianos y milicianas adheridos al equipo editorial de Wiriko.
Nuestras armas han sido siempre las labores docente y periodística. Para ello creamos un aula virtual pionera en artes y culturas africanas que ya va por su 6ª edición. Hemos participado en masters y posgrados, cursos y congresos, conferencias y festivales, siempre con la intención de hacer que el conocimiento del África contemporánea cale en nuestra sociedad con rigor y compromiso. Para ello, nos hemos aliado para crear el Festival Internacional de Cines Africanos de Barcelona (FICAB) o el proyecto de música electrónica africana Moto Kiatu. Hemos hallado socios inestimables en Planeta Futuro, en el diario ElSalto, en el CEA y el GEA, en Casa África… con los que construimos, día a día, una red cada vez más nutrida de profesionales dispuestos a romper estereotipos sobre el continente e informar sobre él de forma veraz.
Muchas veces, muchas más de las que se considerarían “normales” en cualquier otra profesión, nos hemos sustentado de puro voluntarismo. Otras, hemos recibido recompensas inmateriales o simbólicas como libros, discos o entradas de conciertos. La mayoría de las veces, nos hemos sentido afortunados y afortunadas por poder escribir y hablar de aquello que nos mueve y nos hace felices. Pero la perversidad de ese sistema del que hablaba Amin, nos mantiene presos de dinámicas que no solamente minan nuestros derechos laborales y económicos, sino también el derecho de acceso a la información de la sociedad. Y con todo, siguen fomentando una mirada retrograda hacia África y unas relaciones injustas con el continente y con los africanos y africanas que viven entre nosotros.
Mientras en pocos días, el hemisferio norte atravesará el equinoccio de otoño y la mitad sur del planeta cederá espacio a la primavera, en España, las hojas caducas de los árboles irán acumulándose en la tierra, pero Wiriko seguirá mimando y nutriendo sus raíces en suelo fértil. Vendrán nuevas primaveras, y florecerán más proyectos, y haremos más milicia… Y hoy, que arrancamos la 7ª temporada, reiteraremos aquello que decíamos el año pasado de que “la cultura es nuestro campo de batalla”, o el anterior, cuando asegurábamos que la trinchera era nuestro hogar natural.
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