Biafra como nunca la habíamos visto
Hace unos meses, la novela de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie Medio sol amarillo era considerada “Best of the best” (lo mejor de lo mejor) de la segunda década del Women’s Prize for Fiction, promocionado por una conocida marca de bebida, después de haber ganado el premio en 2007. En las últimas semanas, también, la tensión en Biafra, la zona de Nigeria en la que está ambientada la novela, ha vuelto a aumentar y se ha puesto de actualidad.
Para la generación que supera los cuarenta Biafra es el sinónimo de las hambrunas letales, de la misma manera que para otras generaciones más jóvenes lo es Etiopía. Las imágenes de los niños con barrigas infladas por la desnutrición y los parásitos y los ojos inexpresivos del hambre extrema, para muchos son las imágenes de Biafra. Y, viceversa. Para muchos, Biafra no son más que esas imágenes. Después de décadas de silencio, Biafra vuelve a existir porque los medios le dan esa existencia. Pero, como de costumbre, ¿qué pasa (o qué pasó) en Biafra?
Y ahí es donde entra en juego Medio sol amarillo, publicada originalmente en 2006 y traducida al español en 2007, o la realidad biafreña como nunca nos la habían explicado. Adichie se encarga de que al lector le quede claro que Biafra es mucho más que los niños desnutridos y que la guerra de Biafra fue mucho más que (o algo muy diferente a) una guerra de las que la simplificación occidental acostumbra a llamar étnica para ocultar su ignorancia. Y, sobre todo, nadie puede acusar a Adichie de haber construido una historia maniquea, a pesar de que este episodio, uno de los más negros de la historia de Nigeria, le haya marcado profundamente, como ella ha explicado en más de una ocasión.
Medio sol amarillo relata de la experiencia de una mujer de clase alta de aquel enfrentamiento que también se conoció como la guerra civil nigeriana. La historia de Olanna, nos acerca a una intelectualidad biafreña que soñó con una independencia que podría hacer que la sociedad fuese más justa. El idealismo está detrás de la construcción de la imagen de la Biafra libre, del amanecer de ese sol brillante que aparece en la enseña. La realidad es mucho más dura. La vida plácida de la familia de Olanna se desarrolla en una Nigeria en la que igbos, hausas o yorubas conviven, se casan, se frecuentan, se relacionan, forman familias, comparten trabajos. De la noche a la mañana se convierten en enemigos irreconciliables que se matan despiadadamente y que se odian hasta extremos insospechados. Los intereses aparecen como el combustible que convierte una chispa en un incendio. Un incendio que, a la postre, nadie controla.
La de Olanna es una auténtica espiral, una caída en barrena y recuerda al título de aquel clásico del maestro Achebe que observaba que llegado un momento Todo se desmorona. A pesar de todo, en Medio sol amarillo, nada es absoluto. Los “nigerianos” no son demonios, igual que los biafreños no son ángeles. El ejército liberador no es del todo liberador. Los occidentales son responsables del drama, pero también los hay comprometidos. Y, lo que es más de agradecer, los personajes son humanos, es decir, contradictorio, ninguno es intachable, inmaculado: los que parecen más fríos y distantes acaban implicados emocionalmente hasta las trancas y los que se presumen de pedrigrí acaban no pudiendo esconder sus bajezas egoístas.
El periodista, Xavier Aldekoa que conoce bien el continente y tiene una dilatada experiencia en situaciones extremas, acostumbra a destacar que las mujeres tienen la virtud de convertirse en pilares de la vida real. La historia de Medio sol amarillo, refuerza esta realidad. Las protagonistas de esta novela sostienen la existencia de todos los demás cuando se tambalean, cuando todo, hasta lo que parece más firme se viene abajo.
Chimamanda Ngozi Adichie ha explicado que para construir este relato se ha basado en las historias de muchos de sus familiares que vivieron la guerra de Biafra (1967-1970) en primera persona y no extraña la capacidad para reconstruir estos personajes. Pero sería interesante saber en quién se basó para construir el carácter de Richard, un británico que llega a Biafra más para huir de la apatía de su vida europea que por convicción, que se liga al territorio por amor y que acaba desarrollando un compromiso de aquellos que trascienden a las personas. En la historia, Richard es el imaginado autor de un libro cuyo título resume la sensación de todos los protagonistas: El mundo guardó silencio cuando morimos.
Hacia el final de la historia, cuando los personajes están acorralados por la guerra y la causa biafreña simplemente languidece de hambre y olvido, aparecen los periodistas occidentales que confrontan sus actitudes a las del propio Richard. Dos plumillas estadounidenses aterrizan en un aeropuerto a oscuras y se muestran interesados en ver el lugar en el que fue abatido un obrero italiano (en medio de una guerra con centenares de miles de muertos) o en hablar con “biafreños auténticos”, durante las visitas a los campos de refugiados. El propio Richard se siente abochornado, como seguramente se sentirá un lector con un mínimo sentido crítico.
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[…] había venido, en gran medida, a escuchar cómo había innovado en la financiación de su película Half of a Yellow Sun, basada en el libro de Chimamanda Ngozi Adichie. El público empezó a jalear y abuchear a los […]
[…] y en apenas un par de frases consigue dibujar un ambiente muy similar al que transmite en su novela Medio sol amarillo. Pero lo más demoledor es el análisis de esta última etapa. Como temas estrellas, la nefasta […]
[…] las letras impresas, nos permite viajar en el tiempo. La guerra de Biafra (sobre la que escribe en Medio sol amarillo) la dictadura del general Abacha, la vuelta a la democracia de Olusegun Obasanjo o los inicios del […]
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