Chale Wote, la reivindicación del espacio público para el arte en Accra

“El Chale Wote es el poder de transformarte a ti mismo”, aseguraba Hakeem Adam, el coordinador de producción de Chale Wote, mientras tomábamos un zumo de piña con extra de jengibre picante. No es para menos. El Festival de Arte Urbano Chale Wote está ya a punto de cumplir diez años, y se nota. El arte toma el espacio público de las calles de Jamestown, un barrio pesquero que es simbólico porque allí nacía la ciudad de Accra, para llegar a otros rincones de la ciudad como Teatro Nacional o el Museo de Ciencia y Tecnología, a través de paneles y exposiciones.

Jamestown es un barrio relevante por muchas cuestiones. Es el punto de partida de la ciudad de Accra por sus relaciones con el exterior: los británicos construyeron James Fort, los holandeses Usher Fort y tiene muchas posibilidades de desarrollo y de historia, nos contaba Hakeem. Pero durante la época colonial este barrio dejó de ser zona neurálgica de la ciudad, lo que provocó que el desarrollo de la ciudad se diera fuera. Hasta hace muy pocos años, Jamestown era un barrio al que no ir. ¿Por qué hacer un festival allí entonces? Había muchos artistas que provenían del barrio y mucho espacio público que no estaba siendo utilizado (construcciones que datan de la colonización que habían quedado abandonadas). “En Jamestown tienes espacio y tienes historia, así que funcionó”.

El Chale Wote está cambiando la configuración del barrio: “está abriendo la ciudad a muchas más oportunidades: hoy muchos vídeos musicales y películas se graban allí, los artistas van y quieren hacer grafittis. A la vez está dando la oportunidad a los vecinos y vecinas de participar”, nos cuenta Hakeem.

Chale Wote, que significa en Gha “¡Vamos amigo!”, cuenta con un extenso equipo de quince personas —voluntarias— que trabaja todo el año para hacer esta cita anual posible. Durante los 15 días que dura el festival, otros 27 voluntarias y voluntarios apoyan el trabajo del equipo motor y acogen a los 75 artistas de performance, instalación, fotografía, audiovisual y graffiti y a los más de 50 músicos que participan. La procedencia de estos artistas es tan variada que cuesta plasmarla en este artículo, pero lo más interesante sea quizá la participación panafricana de artistas de todo el continente. “Es como gobernar un pequeño país” —afirma Haakeem—“esta creciendo exponencialmente, cada vez hay menos espacio en el barrio así que queremos descentralizar el festival por toda la ciudad”.

Quizá uno de los desafíos más claros de cualquier tipo de intervención social sea el trabajo con la comunidad; hacer que población partícipe de ese proceso, que se comprenda el objetivo de esa intervención y sobre todo que beneficie a las vecinas y vecinos del barrio: “Es un reto enganchar a las comunidades porque tiene sus propias dinámicas, y eso es sobre todo por las condiciones económicas. Para ellos Chale Wote es una manera de hacer dinero. Más allá de la cuestión del arte, ellos entienden que en Chale Wote la gente va a ir al barrio y será una oportunidad para hacer dinero vendiendo comida y bebida. Si hablas con ellos, el dinero que hacen en esos dos días, no lo hacen en todo el año. Ahí es donde viene el desafío. Tú como productor esperas tener el festival de arte perfecto, que las cosas vayan bien, que nadie rompa nada. Pero la gente no ve nada de eso, lo que ven es dinero y poder arreglarse y venir a divertirse, porque es un espacio de libertad”.

Sin duda un desafío, ya que muchas obras de arte se quedan en plena calle a pasar el fin de semana. Y muchas de ellas no sobreviven a las fiestas nocturnas donde las calles del barrio se convierten en un trajín de gente yendo y viniendo, de puestos de brochetas picantes, de licor local que recuerda al jarabe de hierbas y de jóvenes bailando debajo de los Sound Systems a ritmo de coupé decalé aceleradísimo y cantando al unisono los últimos hits de afrobeatz. Personas que interactúan de otra manera con las instalaciones artísticas creadas en la calle. “¿Cómo puedes evitar que durante el festival, en las fiestas nocturnas, la gente rompa las instalaciones? ¿Habría que poner a alguien que vigile las 24h? ¿Habría que evitar las fiestas de las vecinas y vecinos? ¿Habría que quitar del espacio público las obras de arte? Son cosas que se escapan de nuestro control y que son muy difíciles de resolver.”, se pregunta Hakeem.

Graffiti de Amina @put.studio

“Así todo, antes del festival tenemos varios encuentros con los jefes y la comunidad, para contarles nuestros planes. Es positivo, hay muchas comunidades en Ghana como Jamestown que no se benefician de Chale Wote, así que por lo menos hay una comunidad que una semana al año puede beneficiarse”, asegura. Pero no solo la gente de la comunidad se beneficia ya que no existen muchos espacios en los que artistas de Ghana puedan mostrar su arte. Hay algunas galerías y fundaciones donde se pueden visitar exposiciones pero su programación no cubre todo lo que se produce. Sin hablar de otras disciplinas que no sean artes plásticas o fotografías. Esto hace que la gente tenga más dificultades para acostumbrarse a convivir con el arte. “Cuando empecé a trabajar en el Chale Wote en 2013, había más o menos unas dos galerías en Accra. No veías arte performático, ni graffiti… Esto toma tiempo y la población, no solo de Jamestown sino de Accra en general, tiene que ir poco a poco conociendo. Un ejemplo es la música de Gaffaci (productor de música electrónica que ha colaborado con la organización del espacio de música electrónica Asokpor Corner en esta edición), que está enraizada en el sonido de Jamestown y Labadi, de donde él procede. Pero cuando suena su música, suena incluso un poco extraño a pesar de que tenga una base local. Lleva tiempo hacer estos experimentos. En Jamestown hay niños que desde que existe el Festival empezaron haciendo fotografía y hoy están haciendo su propio trabajo. Los niños en el barrio o juegan a fútbol, o hacen boxeo o simplemente se quedan allí, así que nos tenemos que quedar con esas pequeñas victorias”, asegura.

Sin duda el objetivo principal por el que el Festival naciera hace casi una década se está cumpliendo: dar espacio al arte y reclamar el espacio público. Esto último es importante en una ciudad en la que los peatones tienen que sortear los coches y los canales abiertos de drenaje que toman las escasas aceras que hay, y donde el espacio público es sobre todo para publicidad. “Una vez reclamado el espacio, el objetivo es transformar la comunidad. ¿Cómo podemos mejorar la comunidad? ¿cómo puede la gente hacer dinero? Intentamos incentivar la participación sobre todo de artistas de Ghana y de África, a pesar de que recibimos solicitudes de otros países, ya que hay muy pocos espacios para los artistas ghaneses. Ahora Jamestown es uno de los puntos calientes de Accra, todo el mundo quiere estar en Jamestown.”

La caminata no es fácil. La autogestión y la precariedad aparecen de nuevo en escena. “Hasta el momento el festival ha sido autogestionado con nuestros recursos y esfuerzos, no esperamos dinero ni nada. El año pasado recibimos un poco de apoyo del gobierno por primera vez y fue increíble. Esperamos que vuelva a ocurrir, no necesariamente en forma de dinero, sino en especies (alojamiento, por ejemplo)”. Para Hakeem es un logro que el Ayuntamiento de la ciudad les apoye con el cierre de las calles para los dos días principales del Festival ya que el tráfico, sobre todo en hora punta, es feroz y complica mucho la movilidad de la ciudadanía. Las empresas privadas tampoco ven beneficios en apoyar este tipo de actividades.

A pesar de ello, Hakeem es positivo y se queda de nuevo con las victorias conseguidas: “Para mi lo más importante son las conexiones para luego poder trabajar al margen del Festival. No es tan importante cuántas personas vienen, qué material se ha estropeado, etc… mientras hayas podido construir sobre esa experiencia”.

De cara al décimo aniversario del festival que se celebrará en 2020 el equipo organizador tiene grandes desafíos: “nuestro objetivo para el décimo aniversario es repensar como hacer de Jamestown un espacio para trabajar porque cada año hay un problema que crea otros tres problemas (ríe). Cómo poder apoyar a los artistas en más sentidos, más allá de patrocinio y movilidad, encontrar más voluntarios para ayudarles a preparar su trabajo, para protegerles, etc. También mejorar la promoción y la cobertura con todos los artistas que van pasando por el festival: publicar entrevistas, vídeos de un minuto, compartir contenido. En definitiva, mantener la conversación activa durante todo el año”. Grandes retos por delante de un Festival que se va convirtiendo en un referente y que sin duda, como dice Hakeem, es mucho más que una persona, que un lugar:  “Chale Wote es el poder de transformarte a ti mismo. No es un festival, no es la gente, no es una persona, no es un lugar. Es el poder; el poder de juntar a la gente para hacer algo mejor”.

 

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Trabaja desde la comunicación y gestión cultural, como herramientas que sirven para la transformación social. Su interés está puesto en temas de artivismo, feminismos y música electrónica. También disfruta cocinando y le apasionan las grandes urbes y todo lo que se cuece en sus calles. La música viene de la mano de las fiestas que organiza como promotora y DJ Moto Kiatu y Sonidero Mandril, colectivos que difunden en Madrid los sonidos tropicales y las músicas electrónicas que suenan en África y en su diáspora. Vanessa es cofundadora de Wiriko y es licenciada en Sociología (UB), postgraduada en Desarrollo Internacional (Setem/UPC) y Máster Euroafricano de Ciencias Sociales del Desarrollo: Culturas y Desarrollo en África (URV). Contacto: vanessa@wiriko.org
1 comentario
  1. +233241991172 Dice:

    Nice piece and thanks for the spotlight hope to read about our project and create something dope together in the future

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