Malala Andrialavidrazana: “Es hora de aumentar el equilibrio en las relaciones humanas”
Tan imposible es pronunciar por primera vez su apellido sin detenerse en cada sílaba, como contemplar uno de sus mapas sin deleitarse en cada detalle. Esta artista visual nacida en Madagascar combina la fotografía y el collage en su recorrido creativo, pero sus caminos siempre acaban en un mismo punto: cuestionar las concepciones del ‘otro’. Para Malala Andrialavidrazana las percepciones nunca son inocentes.
Hace unos días ha expuesto sus últimas piezas de ‘Figuras’ en el Grand Palais de la capital francesa, en la última edición de la feria Art Paris. Seguramente se trata de la serie más conocida de Malala Andrialavidrazana y también de la que más jugo está sacando, no sólo por su popularidad, sino porque empezó con ella hace cuatro años y, según cuenta a Wiriko, aún quedan figuras para rato: “Llevo con ‘Figuras’ desde 2015. La primera pieza de esta serie que expuse fue ese mismo año en la Bienal de Fotografía de Bamako, que reconoce una clase de trabajo fotográfico que no sigue la corriente habitual y sirve para visibilizar también estos estilos de expresión”.
Y si bien es hasta la fecha su único trabajo en continua creación, la artista malgache considera que en realidad toda su carrera creativa podría considerarse como una evolución. “Empecé a trabajar ‘Figuras’ tras la serie ‘Ecos’ y básicamente casi toda mi obra es un proceso, una continuación de los trabajos anteriores. Siempre he estado muy interesada en cuestionar la manera en la que los estereotipos condicionan el pensamiento de la mayoría”, explica.
De formación arquitecta, Andrialavidrazana está familiarizada con los planos, pero son los trazados cartográficos los que han catapultado su carrera. Sus mapas del siglo XIX reconstruidos digitalmente dan como resultado una serie de meticulosas composiciones que llevan por título la fecha original del atlas que ha utilizado como referencia. Desbordantes de elegancia y color, pese a la cantidad de elementos que componen cada pieza, rezuman una armonía ácida en tanto en cuanto dejan entrever la idea de que la cartografía tiene a menudo más que ver son una interpretación intencionada de la realidad que con la representación geográfica real.
“Un mapa es una fotografía del mundo en un momento determinado de la historia. Si echas la vista atrás, en el siglo XIX, los mapas eran claramente una herramienta política para reclamar territorios”, manifiesta y en su tono se desprende el convencimiento de quien ha pasado muchas horas frente a estos trozos de papel en los que cabe la concepción del mundo.
Su cuestionamiento de la representación occidental de los territorios antes por civilizar, ahora bajo la etiqueta de ‘en vías de desarrollo’, no se limita a los tiempos de las metrópolis. Su delicadeza visual no está exenta de ojo crítico hacia el imaginario colectivo actual. Es el caso de sus obras, esta vez fotográficas, ‘Tanindrazana’ (2005), que en malgache significa la tierra de los ancestros, y ‘Ny Any Aminay’ (2011), una expresión en el mismo idioma que hace referencia al hogar.
De este último, cuenta la autora que su objetivo persigue “mostrar imágenes que enseñen el Madagascar que no muestra el punto de vista mediático que resume el país en paisajes de ensueño y pobreza o suciedad. Por supuesto, suceden cosas tristes y hay problemas políticos, pero esto no es representativo de una población entera que tiene valores culturales que se están ignorando. Mostrar un punto de vista opuesto al que se explota es importante porque derriba estereotipos”.
Precisamente en alusión a este recurso vago y tramposo de las etiquetas, su desapego hacia la de ‘africana’ es tan grande como el tamaño de la isla que es su país, un desarraigo hacia el territorio continental que, por otro lado, no suele ser ajeno a las personas isleñas. “Por supuesto Madagascar es uno de los cincuenta y cuatro países de África, pero también es una isla y su población está compuesta por diferentes orígenes. En mi caso: el sitio donde vivo es Francia; soy una persona de Madagascar; y me considero de la diáspora. Cuando se me presenta como una artista africana me pregunto por qué y pienso que eso no es cierto porque nunca he vivido en el continente africano”, señala.
Dentro de su talento innato para ofrecer narraciones alternativas, Andrialavidrazana se esfuerza particularmente, y pese al carácter multidisciplinar de sus creaciones, en poner siempre el foco en la evolución de la representación que se hace de las sociedades que se escapan al sistema de valores de la sociedad dominante. Se trata de un cometido que define como importante, argumentando que “es la única manera de equilibrar la relación entre las naciones y los individuos. Creo que además es la manera de fomentar el respeto mutuo. Quiero decir, incluso cuando decimos ‘el otro’, lo que sobresale es la idea de que es una persona diferente. Creo que es hora de aumentar el equilibrio en las relaciones humanas”.