Alsarah, la diva nubia de Nueva York
* Artículo publicado originalmente en el Boletín Trimestral del Centre d’Estudis Africans i Interculturals de Barcelona
Las raíces de la música sudanesa viajan desde el antiguo reino de Nubia, de la primera catarata del Nilo, en el sur de Egipto, a la moderna Jartúm, confluencia del Nilo Blanco y el Nilo Azul. Sonidos de exilio. Los de un pueblo que se vio obligado a migrar en masa de su tierra tras la construcción de la presa de Asuán. Los de una cultura cuyo mundo material permanece encharcada en el artificial lago Nasser. Los de 6.000 años de historia marginada y cantada cual lloro de una existencia clamando justicia.
Alsarah, conocida por su trabajo junto a The Nubatones, recoge la identidad de su pueblo y a partir de ese microcosmos particular centrado en la década de los 70, ahonda en los sonidos de dos mundos de los que Nubia siempre fue bisagra: el África oriental y el norte del continente. Y si todo ello no fuera suficiente, lo filtra con su afropolitismo y lo expande hacia el mundo. Bebiendo de grandes clásicos como Hamza Al Din o Ahmbed Munib, la etnomusicóloga y cantante sudanesa afincada en Nueva York, ha creado un nuevo concepto de Pop Nubio que la ha entronizado como una auténtica diva en la región y como una fiel emisaria en Occidente.
Llega a Nairobi, donde el equipo de Wiriko disfruta de una residencia entre el colectivo de artivistas de Pawa254, envuelta en un halo de afropolitismo bien fiel a la imagen de la joven y emergente clase media que domina el paisaje cultural en la mayoría de ciudades africanas actuales. Con una perenne sonrisa, Sarah nos mira y se acuerda: “Wiriko, la revista española que entrevistó a The Nile Project, ¿verdad?”.
Su hiperactividad musical no le nubla la mente. Humilde y simpática, no escatima en sentarse y regalarnos unos minutos antes de empezar las pruebas de sonido. Y con la agenda frenética que tiene la cantante, es de mucho agradecer. Y es que Alsarah no sólo sostiene su combo inspirado en la tradición sudanesa, también es miembro integrante de la increíble orquesta pan-nilótica The Nile Project. Con todo, no para de viajar por todo el mundo exportando su música. De Francia a Egipto, de los Emiratos Árabes a Portugal, de Bélgica a Italia, o de Suiza a Hungría, su Pop Nubio irrumpió en la escena internacional a finales del año pasado con su disco Silt (Wonderwheel Recordings, 2014) y no ha parado de sonar desde entonces.
“Mi música es un cóctel de los diferentes sonidos que han marcado mi biografía. Mi familia emigró a Yemen cuando yo era pequeña a causa de la guerra civil, y como coleccionista que soy, siempre me ha apasionado la música tradicional yemení o argelina. Pero me atrae la diversidad cultural en general. Así que puedo escuchar desde la música coral femenina de los Balcanes al Jazz más contemporáneo”, nos explica Sarah desde la terraza de Pawa254. “Actualmente, estoy fascinada por la música maliense. Hace poco toqué con Songhoy Blues y me robaron el corazón. Pero debo reconocer que ninguna música me hace vibrar tanto como la del Nilo Azul”, aclara la artista.
Y aunque la sudanesa se confiese afropolita y amante de la diversidad cultural, no tiene ninguna duda que su identidad musical tiene raíces bien profundas. “Casi toda mi música está influenciada por los sonidos de Sudán. He nacido sudanesa y moriré sudanesa, por más que viaje por todo el mundo y resida en Nueva York”, reconoce la que investigó la música del país para finalizar sus estudios en etnomusicología. “Para mis investigaciones, he recogido la tradición de las mujeres sudanesas, sobretodo, la música de bodas y fiestas populares, que siempre tiene a la mujer por protagonista”, relata. “Todo esto se encuentra en mis canciones”.
La relación de Alsarah con las cuestiones de género la llevaron a tener una colaboración muy estrecha con grupos como la Iniciativa de Mujeres Islámicas en Espiritualidad e Igualdad. “Siento pasión por la música árabe, sobretodo por la cantada por mujeres. He trabajado muy de cerca con coros femeninos y cantado a menudo clásicos de la música taarab, los sonidos tradicionales de la costa Swahili del África Oriental”. Y es que su directo está impregnado de música a cappella, que cede el protagonismo tanto a las voces femeninas que la acompañan, como a la percusión, elemento indispensable de su receta musical.
Y es que si hay una imagen ideal del encuentro entre los sonidos tradicionales y los embalajes modernos en Sudán, esa es la de Alsarah. Cuando uno piensa en la mujer sudanesa, afloran todo tipo de estereotipos. Desde la frontera meridional, la mayoría de mujeres kenianas o ugandesas, por ejemplo, reconocen la belleza sudanesa como única y envidian tanto el tono de piel como la forma de andar y la seguridad de estas damas. Desde la frontera occidental, sin embargo, la mujer sudanesa es vista como víctima, y no como dueña de su destino. Basándonos en hechos como que el estado sudanés castigara a mujeres cristianas por llevar pantalones por considerarlos provocativos, creemos que los derechos de las mujeres son sistemáticamente vulnerados a diario y en todas las esferas de la sociedad. Pero la emergencia de Alsarah en el mercado internacional está cambiando, en cierta medida, la imagen de la mujer sudanesa como sometida y vulnerable. “Tenemos la tendencia de aceptar una sola imagen de la realidad, una solo fotografía del relato. Pero en Sudan, por supuesto, no solo hay mujeres tapadas. Y si las hay, no todas están sometidas. No solo hay guerra o hambre. También hay de todo esto, no nos engañemos. Pero hay muchas otras cosas emergiendo y supongo que mi imagen ayuda a romper ciertos estereotipos”, afirma la cantante.
Presente en medios como The Guardian o influyentes emisoras como la americana NPR, que incluyó su álbum como uno de los cinco álbumes imperdibles del pasado año, junto a figuras como el nigeriano Seun Kuti o el estadounidense Pharrel Williams, Alsarah es recibida en la capital keniana como una auténtica estrella de África del Este. “Cada vez que toco aquí es como volver a casa. Nairobi es casa para mí. De hecho solo he tocado una vez en Jartúm. Fue en diciembre del año pasado. Se agotaron todas las entradas y la gente estaba eufórica”, reconoce orgullosa la sudanesa.
Cuando Alsarah y su familia dejaron Jartúm, la capital estaba en plena convulsión. Con migración llegada del Chad, Eritrea, Etiopía o Uganda, en busca de refugio a los conflictos derivados de las primeras décadas de independencia, la ciudad empezó a expandirse de forma incontrolada con familias empobrecidas provenientes de Darfur que se instalaron en asentamientos informales. “Jartúm ha cambiado muchísimo desde que mi familia y yo emigramos a Yemen. Ahora mismo la ciudad está completamente industrializada. A partir del 2000 experimentó un crecimiento económico galopante. Es lo que más me llama la atención, no tiene nada que ver con esa ciudad de mi infancia”, enfatiza la joven sobre la ciudad que fue recomendada por la CNN como uno de los 10 mejores centros urbanos de África para hacer turismo.
“Pero sigue faltando mucha infraestructura y aún hay poca inversión dedicada a la escena cultural en Sudán. En este sentido, es mucho más fácil tocar por Europa. Atraer la atención de promotores europeos o estadounidenses. Pero estoy muy orgullosa de poder tocar tan a menudo por África. He tocado mucho por África del Este y África Austral. Estoy conquistando África Occidental, así que espero que las cosas se empiecen a equilibrar pronto y pueda tener tanta audiencia en un lugar como en otro”, expresa la que es considerada una de las voces más mediáticas y eruditas de la música sudanesa.
La terraza de Pawa254, como era de esperar, se llenaba a rebosar. Abría la noche la proyección del documental Beats of the Antonov, en el que Alsarah es una pieza clave y con la presencia de su director, el sudanés Hajooj Kuka. Con ambos artistas, presidia la noche una idea imperante, la de que una nueva generación de artistas que están re-definiendo la identidad, la cultura y la presencia en el mundo de Sudán.
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