Bye Bye Africa y el exilio del director africano

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3ª Edición del Curso Introducción a las expresiones artísticas y culturales del África al sur del Sahara

Por Maricela Muñoz Soto

Bye Bye Africa es una película del director chadiano exiliado en Francia Mahamat-Saleh Haroun (1999). Este largometraje narra la historia del propio director, quien a su vez es el actor principal, y donde se ve reflejada la necesidad de proyectar y documentar de alguna forma, como él lo explica, “la vida”, ese sentimiento de alienación en tu propia tierra.

Director chadiano Mahamat-Saleh Haroun.

Director chadiano Mahamat Hale-Haroun.

Haroun dice que: «para olvidar mi queja, voy a hacer un homenaje a la que me dio la vida», su propósito original fue rendir homenaje a su madre fallecida, a la que desde hace diez años dejó de ver, y a sus orígenes, África. Durante la cinta, el cineasta invita a realizar con él este camino introspectivo en el cual va descubriendo aspectos que le hacen reflexionar aún más sobre su identidad, su familia y lo que ha sido y será su trabajo como cineasta.

Desde la primera escena de la película hasta que actor principal se traslada a Chad, podemos ver las grandes diferencias del mundo en el que él vive y en el que vivió, el cual se ha quedado atrapado en tiempo y en la destrucción debido a las guerras que ha sufrido. Una realidad totalmente diferente que lo coloca en la disyuntiva de lo que fue y lo que es. Se sorprende con el nivel de degradación en el que encuentra la ciudad y la casi nula existencia de cine.

Haroun explica durante la cinta que antes de irse a Francia, el cine tenía un gran auge en el país y que en Yamena, la capital del Chad, había muchas salas de proyección que tenían éxito entre la población. Con el paso del tiempo eso quedó atrás, quedó olvidado. Los cines están cerrados, destruidos, abandonados. Los pocos que siguen abiertos están en mal estado, con aparatos muy viejos que dificultan una buena proyección, lo que a su vez, provoca que la gente no disfrute de asistir aunado a una mala distribución de películas. Con esto, se observa el cambio de hábitos y preferencias. Las salas de video y la venta de películas piratas en cualquier lugar toman un auge importante que terminan por golpear a la ya en decadencia industria cinematográfica y surge una gran interrogante: ¿para qué hacer cine si no hay espectadores?

Durante el regreso a su país, Haroun no sólo se enfrenta a momentos y situaciones complicadas al observar la difícil situación para producir la película, sino que se enfrenta al recelo de la familia y amigos que no entienden a lo que él se dedica, no lo ven provechoso e incluso lo ven como algo que va en contra de ellos.

El propio padre del cineasta le recrimina que podría haber sido doctor y quizá salvar la vida de su madre en lugar de hacer cine, porque eso, a ellos, no les sirve de nada. Sin embargo, el hijo le intenta explicarle en una conversación salpicada de planos muy visuales que en el país donde vive, Francia, su oficio sí es importante y que, precisamente, lo que él quiere dar a conocer a través de las imágenes son sus orígenes, a lo que el padre le responde: «En la tierra de los blancos está bien, pero nunca será la tuya. Cuando crees que eres parte de aquella tierra, perderás el alma». Es justo en ese punto donde se empieza a dar cuenta y a ver reflejado ese choque de ideas, donde los orígenes pertenecen a un lugar pero la mentalidad ha cambiado y la percepción se ha vuelto muy diferente hasta el punto de sentirse y ser visto como un extraño en su propia casa.

Durante la toma realizada en la calle en uno de sus paseos por visitar los cines donde pasaba sus años de infancia, tiene un altercado con un hombre que se siente ofendido al verse grabado y le arrebata la cámara gritándole: “ladrón de imágenes”. Esto refleja un enfrentamiento con la tradición y las creencias de las personas, e incide en un problema de la percepción de la imagen que tienen de ellos mismos.

Éste es un tema delicado y se debe trabajar con mucha cautela, como le recomienda Isabel, la actriz que interpreta a una chica infectada con el VIH en una grabación años atrás del propio Haroun: «Su cine me mató al sufrir y verme afectada por los comentarios de la gente. Era señalada, olvidada, además de obligada a realizarme un análisis para comprobar que no estuviera contagiada». Un error de cálculo del director que a la actriz le costó no sólo su carrera, sino el resto de su vida. “El cine es más fuerte que la realidad”. La gente, el público para el cual estaba dirigida la cinta, no logró diferenciar entre la ficción y la realidad, un descuido con muy poca sensibilidad y que no es más que resultado de la lejanía con la que se ve objetivo.

Mahamat-Saleh Haroun, en un deseo de realizar producciones africanas, de transmitir un mensaje, de dar a conocer lo que es su país y su continente de origen y de ser el portavoz de un pueblo, se ve obstaculizado en el momento en el que ya no logra comprender esta realidad; él ya no forma parte de ese mundo. Bye bye África fue un instrumento de investigación a nivel laboral y emocional que despertó el interés por apoyar la industria del cine en Chad y, al mismo tiempo un guión que refleja al africano exiliado, una situación muy común para las miles de personas que son parte de la diáspora y que tienen una identidad compartida entre dos mundos muy diferentes. De ahí el título de la película: adiós África.

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