El terror sobrenatural africano está vivo y coleando (I)
Horror. Esta inquietante palabra nos pone en alerta nada más leerla. La asociamos al miedo, a la parálisis, a algo que comienza a penetrarnos desde el cuello de la camisa hacia dentro amenazando con devorarnos enteros, con aniquilarnos. Horror es una palabra que oímos casi a diario y que nunca pierde su actualidad. Si le añadimos el adjetivo “africano” se carga de manera casi inmediata de otro significado: muchos lo unirán a hambre, enfermedades, guerras… y pocos pensarán que de lo que voy a escribir sea de “otro género literario”, si es que se puede denominar así y si es que es necesario hacerlo.
No es cómodo hablar del horror aunque sea en la literatura. Hablar del profundo, abismal sentimiento que nos produce algo horripilante, monstruoso, algo que nos deja clavados en el sitio sin capacidad para reaccionar, helado el gesto en la cara y tenso el cuerpo ante la magnitud de lo que se nos muestra, repeliéndolo al instante, queriendo alejarnos de ello. Adquiere, sin embargo, un sesgo nuevo cuando es la etiqueta con la que reconocemos algún libro. Es diferente decir “es una novela terrorífica” que “es una novela de terror”.
De manera frecuente leemos textos cuyas historias nos llevan a sentir terror u horror y están sacadas de la vida real, son fácilmente reconocibles y no proceden de universos sobrenaturales. ¿Qué marca les ponemos?, ¿drama?, ¿terror?… Ante esto comprobamos otra vez que etiquetar sigue volviéndose inútil, ya que no elude el hecho de que muchos libros que no se suelen considerar dentro de este tipo de literatura podrían estar incluidos en ella.
Dentro de la denominación literaria “terror/horror africano” se han cobijado (al igual que en la que no es africana) un buen número de subgéneros, tales como la ciencia ficción, la fantasía, la literatura de terror, la ficción sobrenatural, el horror sobrenatural, el terror psicológico, el ocultismo o la literatura gore…Lo que se denomina “ficción especulativa”. Una ensalada de palabras que producirán horror en tanto que provoquen miedo (terror) y un rechazo profundo. Podíamos preguntarnos que qué es lo que hace que esas sensaciones afloren. La mayoría de las veces contestaríamos que “lo desconocido”, ya sea bajo una forma inquietante o monstruosa (una amenaza que viene de fuera), y otras veces que “lo conocido” ya sea porque lo que tenemos delante se haya mutado o deformado hasta ser irreconocible o porque haya cometido actos verdaderamente aterradores.
“El horror, el horror…”, fueron las últimas palabras que pronunció Kurtz en el Corazón de las tinieblas cuando Marlow lo encontró en medio de la selva congoleña. Puede que Kurtz se refiriera a sí mismo, en un último momento de lucidez al percibir la magnitud de sus atrocidades y de su propia maldad, o puede que su mirada fuera más allá. El colonialismo ha sido una fuente para algunas (nunca suficientes) novelas de terror donde, a nadie le puede extrañar, el monstruo era el colonizador blanco. El camerunés Jean-Louis Njemba Medou escribió Nnanga Kon (traducida como “fantasmas albinos” o “fantasmas blancos”) en 1932. Fue la primera novela escrita en su país y habla sobre el primer contacto entre los colonizadores blancos y las personas Bulu en Camerún. En dicha novela, Eyene Ndongo, un miembro del pueblo Bulu y su amigo Asomo Ngono son testigos del enorme impacto negativo de la primera toma de contacto entre el pueblo Bulu y los blancos colonizadores, que son casi seres sobrenaturales dada la magnitud de la devastación que causan, poseídos por una antinatural tecnología del mal y pretendiendo imponer el materialismo.
El miedo, de todas formas, se oculta bajo caras diferentes que se mueven entre lo fantástico y lo real, entre la vida y la muerte, entre lo natural y lo espiritual. El primer libro de Amos Tutuola fue The Wild Hunter in the Bush of Ghosts y viene acompañada de una jugosa anécdota. Cuando la terminó la envió a una editorial inglesa con una nota muy curiosa: el autor se ofrecía a enviarles las fotografías de los fantasmas que protagonizaban la obra. La editorial no quiso dejar pasar aquella oportunidad de oro y aceptó, pero cuando recibió el envío de Tutuola comprobó que en lugar de fotografías el escritor había enviado unos dibujos de fantasmas. Aquellos seres fantasmagóricos que siguieron poblando después otros libros suyos, le convirtieron para muchos en “el padre del horror sobrenatural africano”. Siempre he considerado a Tutuola un autor de gran riqueza, imaginación y sorpresa… al que acompañaban espectros y muertos. No está de más recordar que en el continente africano el mundo sobrenatural convive con el natural.
Si Tutuola escribía sobre el mundo sobrenatural, el etíope Makonnen Endalkaččäw con su obra Yayne Abeba fue el precursor de la ciencia ficción musulmana. Les siguieron, Tomás Mofolo (Lesotho,1986), Felix Couchoro (Benin, 1900), Abubakar Imam (Nigeria, 1911), Kojo Laing (Ghana, 1946), Emmanuel Boundzeki Dongala (Brazzaville, 1941), Umaru Dembo (con una obra sobre extraterrestres escrita en hausa) o ya, desde el norte del continente, el marroquí Ahmed Abd El-Salam El-Baqqali, quien ha sido comparado con Julio Verne y Ralph Ellison, o los egipcios Nihad Sherif y Ahmed Khaled Tawfiq que ha escrito más de 200 libros la mayoría de ellos de ciencia ficción y de terror.
En 2013, el escritor/editor zimbabuense Ivor Hartman presentó la primera antología de ciencia ficción escrita por africanos, se trataba de Sciencie Fiction by african writers (2012). AfroSF es diversa y extensa: sus colaboradores provienen de todas las partes del África subsahariana (si bien los autores sudafricanos y nigerianos dominan, hay también autores de Gambia, Kenia o Zimbabue) y la diáspora. Además las contribuciones cubren una gama asombrosa de temas; del horror al erotismo, del afrocyberpunk a la exploración espacial. Hay relatos en los que se describe una África dominada por China (Biram Mboob “The Rare Earth”), una África llena de tierras contaminadas a consecuencia del petróleo en donde emergen peces gigantescos y mutantes (Nnedi Okorafor “Moom!”) o una África en la que una ceremonia de iniciación en la selva se ve interrumpida por el uso de tecnología futurista: implantes oculares y auditivos (Chiagozie Fred Nwonwu “Mascarada Stories”). Ahora se anuncia la publicación, para diciembre de este año, del segundo volumen de la serie, AfroSFv2 que, en esta ocasión, reunirá cinco novelas cortas de ciencia ficción.
En la actualidad dos de los nombres más conocidos de la literatura de ciencia ficción del continente son los de dos mujeres. La primera es la sudafricana Lauren Beukes, quien logró un gran éxito con su novela Las luminosas, y la otra es Nnedi Okorafor, descendiente de padres nigerianos, quien siempre se ha mostrado muy crítica por el trato recibido a su obra (y en general a toda la que procede de la ficción especulativa): “La base de lo que es ‘gran literatura’ en África está demasiado definida todavía por Occidente, y Occidente todavía tiene problemas para ver la ciencia ficción como un género de verdadera literatura” ha afirmado la autora.
Latest posts by Sonia Fernández Quincoces (see all)
- Las inquietantes (y cotidianas) visiones de la sudafricana Zoë Wicomb - 08/06/2016
- El tiempo entre telas en Mali - 25/02/2016
Trackbacks y pingbacks
[…] poco menos de dos meses, Sonia Fernández pintaba en esta misma sección un completo escaparate (en dos entregas) de lo que llamaba “terror sobrenatural” o “ficción especulativa” en las […]
[…] Wiriko-Artes y Culturas Africanas. […]
Los comentarios están desactivados.