¿Una nueva era?

El 13 de mayo de 2000, The Economist publicó un problemático número cuya portada fue acertadamente criticada. Esta se refería a África como ‘The Hopeless Continent’ (El continente desesperanzado), con una imprecisa silueta del territorio, atravesada por un señor armado. Una década más tarde, esa misma revista lanzó su último número con la portada ‘Africa Rising’ (África en auge), proponiendo un continente esperanzador, que contrastaba con el distorsionado retrato realizado diez años atrás. Un año después, en diciembre de 2012, la revista TIME compartiría en portada ese mismo titular de África en auge. Fue en aquella época en la que los medios convencionales empezaban a mostrar indicios de responsabilidad social con respecto a la representación de África cuando nació Wiriko, el 2 de octubre de 2012, ofreciendo información especializada en artes y culturas africanas contemporáneas en lengua castellana, una ventana a otras Áfricas a menudo desconocidas e invisibles en los medios convencionales.

Poco a poco ha ido extendiéndose este compromiso con el periodismo responsable. En enero de 2019, por ejemplo, la sección Planeta Futuro en El País, entidad con la que colaboramos, lanzaba el proyecto Un año en Saint-Louis, acercándose a la vida cotidiana de una dinámica ciudad de complejo pasado colonial y amplio desafío ambiental, para la comunidad lectora española. Saint-Louis es también casa de la Universidad Gaston Berger, donde el intelectual y filósofo senegalés, Felwine Sarr, imaginaría una Afrotopía, una utopía “activa, cuyo objetivo es encontrar en el realismo africano los amplios espacios de lo posible y entonces fecundarlos,” sin tomar como referencia ningún otro lugar más allá de su propia realidad. ¿En qué fase nos encontramos ahora, diez años más tarde de aquellas portadas de África en auge, que en el fondo no hacen más que contribuir, citando de nuevo a Felwine Sarr, a la “descolocación de su presencia en un perpetuo futuro”? ¿Podemos hablar de una nueva era? Y si así es, ¿qué aspecto tiene?

 

Comenzamos, de esta manera, una décima temporada, tan optimistas como expectantes. Una era en la que pasar del ámbito de la reflexión al de la práctica, a la transformación social. Una transformación que debe ser global, policéntrica y por qué no, atrevámonos a decir, afrocéntrica. El eurocentrismo como universalismo ha pasado a la historia, tal como nos lo advierten Souleymane Bachir Diagne y Jean-Loup Amselle en su reciente libro In Search of Africa(s) (En busca de África[s]).

La pandemia global de la Covid-19 ha desafiado el derecho a la libertad de movimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, recordando que en realidad no es tan universal, sino fruto de privilegios de un mundo aún jerarquizado de manera desigual. Nos hemos encontrados con cuerpos cuya dimensión social ha sido castrada, y compensada con prácticas, éticas e iniciativas de cuidado. En el sector cultural se ha identificado un periodo de crisis y pérdida de empleo a nivel histórico, propiciando la publicación de la UNESCO de La Cultura en Crisis: Guía de Políticas para un Sector Creativo Resiliente. Sin embargo, esta pandemia no ha hecho más que evidenciar la ya existente vulnerabilidad y precariedad de las industrias y economías creativas y culturales. En febrero de 2021, compartíamos una traducción del primer estudio sobre el impacto económico de la Covid-19 en las industrias culturales en toda África, del investigador Ribio Nzeza Buketi Busi, profesor asociado de la Universidad Católica del Congo y la Universidad de Kinshasa, para The Conversation. Este identificaba cinco principales factores de la vulnerabilidad, tales como el predomino del sector informal, el destacado número de autónomos, el tamaño reducido de las empresas, la precariedad de los contratos, y el alto nivel de interacción humana requerido en el proceso de producción y distribución. Así lo argumentaban también las investigadoras Roberta Comunian y Lauren England del Departamento de Cultura, Medios e Industrias Creativas, de King’s College, Universidad de Londres. Según ellas, “en lugar de una llamada a la resiliencia, la política [cultural] necesita conectar con una nueva manera de pensar sobre el futuro desarrollo sostenible del sector”.

Como afirman los investigadores Mark Banks y Justin O’Connor en su estudio sobre la emergencia internacional de políticas culturales en respuesta a la epidemia de la Covid-19, “la pandemia es global, pero el globo no es homogéneo”. Si algo ha destacado de la “actividad” cultural en tiempos de Covid, ha sido la reflexión abierta sobre la necesidad de transformación. La palabra “descolonización” se ha puesto de moda, invitando a alfombras rojas no desplegadas a hacer una pausa y reflexionar, en diálogos algo más inclusivos, otras posibles dinámicas de producción, promoción y circulación de las artes y culturas. Este año 2021, vimos cómo la Berlinale dedicó su World Cinema Fund Day a ‘Descolonizando el Cine’. También vimos cómo Spike Lee haría historia en el Festival de Cine de Cannes, convirtiéndose en el primer presidente negro del jurado Oficial de este reputado certamen. En el ámbito de la danza, Germaine Acogny, quien nos regalaría un espectáculo durante el Festival GREC de Barcelona este verano, sería galardonada con el León de Oro de la Danza de la Bienal de Venecia.

Al ambiente de reflexión, integrado en la programación de festivales, con voces invitadas antes marginadas debido a siempre injustas restricciones del derecho universal a la libertad de movimiento, se ha unido el de experimentación. La resiliencia asumida en el mundo de las artes, acrecentada en este crítico momento de pandemia, ha dado lugar a la implementación de formatos innovadores e híbridos. Salas con aforo reducido, respetando el distanciamiento social y medidas sanitarias, espectáculos al aire libre, así como programas digitales, ofreciendo la posibilidad de ampliar las audiencias e incluir más perspectivas y, con ello, mayor contexto a las artes y culturas exhibidas. ¿Qué quedará de todo este experimento, de toda esta reflexión y deseo de transformación social a través de las artes y culturas? De momento, se abre el telón con un octubre prometedor. El 5 de octubre sale a la luz el nuevo informe de la UNESCO de la industria cinematográfica en África, el cual nos anunciaba ya desde junio la red de industrias creativas africanas Restless Global. Entre el 16 y 23, FESPACO (Festival Panafricano del Cine y de la Televisión en Uagadugú), fundado en 1969, celebra su 27ª edición, con Senegal como país invitado. Mientras tanto, músicos y artistas africanos, tales como Fatoumata Diawara, retoman sus giras, tras demasiados días de música entre cuatro paredes. Ciudades de todo el mundo se preparan para volver a dar cita a la escena artística africana, como la Feria de Arte Contemporáneo Africano 1-54, que abrirá sus puertas en la Somerset House de Londres entre el 14 y 17 de octubre. Desde Wiriko nos comprometemos, un año más, a ser testigos de este momento histórico de transformación social a través de las artes y culturas, esperando de este modo contribuir a esa «Afrotopía» posible y activa de la que nos hablaba Felwine Sarr, e invitando a imaginar una nueva era. ¡Acompáñanos!

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Wiriko nació en 2012 como asociación cultural para la divulgación y promoción de las artes y culturas africanas. Wiriko.org, su principal proyecto, es el primer Magacín 100% dedicado a las Artes y las Culturas Africanas del Sur del Sáhara en lengua castellana. Una ventana para dar a conocer las realidades culturales contemporáneas de África y una plataforma para acabar con su desconocimiento y estereotipos. Como herramienta colaborativa para la interconexión y la cooperación cultural, impulsa un África muy distinta a la de los cuatro jinetes del Apocalipsis (guerra, hambre, pobreza y destrucción), y fomenta una visión más realista de lo que se produce, a día de hoy, en el continente africano.