Letras africanas, libros españoles: aproximación al espacio lusófono
4ª Edición del Curso Introducción a las expresiones artísticas y culturales del África al sur del Sahara
Por Felisa Rodríguez
Os propongo que nos asomemos a las letras de cinco países del continente que, a pesar de su discontinuidad geográfica y diversidad lingüística, son nombrados conjuntamente por medio de la sigla PALOP, que se refiere a los Países Africanos de Lengua Oficial Portuguesa resultantes de las independencias alcanzadas en 1975: los estados microinsulares de Cabo Verde y de S. Tomé y Príncipe, por un lado, y los continentales de Guinea-Bissau, Angola y Mozambique, por otro.
Para ello, un posible criterio es identificar aquellas obras escritas por personas de estos territorios que aparecen en la lista de las “100 mejores obras africanas del siglo XX”, dadas a conocer en 2002 y elaboradas por iniciativa de la Feria Internacional de Libro de Zimbabue en colaboración con asociaciones africanas de escritores y bibliotecarios y con participación de la Red Africana de Editores (APNET) y la Asociación Pan-Africana de Libreros (PABA).
Así, nos encontramos en la categoría de no ficción con textos de tres figuras importantes de la lucha y del pensamiento anticolonial: The Struggle for Mozambique (1969) del mozambiqueño Eduardo Mondlane, Unidade e luta (1976) de Amílcar Cabral, asociado a Guinea-Bissau, y Origens do nacionalismo africano (1997) del angoleño Mário Pinto de Andrade.
En el terreno de la ficción, más abundante, fueron seleccionadas las novelas angoleñas Nós os do Makulusu (1975) de José Luandino Vieira y A geração da utopia (1992) de Pepetela, junto con la caboverdiana O testamento do senhor Napumoceno da Silva Araújo (1989) de Germano Almeida. Pero la representación más nutrida es la de Mozambique, con dos obras escritas y publicadas aún en el período colonial y otras tantas en el post-independencia; se trata de los cuentos incluidos en Nós matamos o cão-tinhoso (1964) de Luís Bernardo Honwana y del volumen de poesía Karingana ua karingana (1974) de José Craveirinha (considerado “padre de la poesía moderna” de su país y convertido, en 1991, en el primer africano que recibió el Premio Camões, el mayor galardón de la lengua portuguesa); a ellos se unen las novelas Ualalapi (1987) de Ungulani Ba Ka Khosa y Terra sonâmbula (1992) de Mia Couto.
Todas las obras referidas son accesibles en la lengua original -o en traducción al portugués, en el caso de la de Mondlane, que fue escrita en inglés- a través de ediciones portuguesas que se pueden encontrar con relativa facilidad en el mercado librero del país vecino, pero sólo algunas han tomado forma de libro editado en España y de traducciones a varias de las lenguas del Estado. Concretamente, existe la posibilidad de leer el pensamiento de Amílcar Cabral en Nacionalismo y cultura (Bellaterra, 2014) o de disfrutar del Pepetela que retrata -no sin amargura- la historia de la lucha por la independencia de Angola en La generación de la utopía (Txalaparta, 2003 en papel; 2011 Epub). También tenemos a nuestro alcance el humor y la ironía de Germano Almeida -que llegó a ser presentado como “el Gabriel García Márquez africano”- retratando el pequeño medio insular caboverdiano a través de su burguesía hipócrita en El testamento del señor Napumoceno (Ediciones del Bronce, 2000) o, en euskera, Napumuceno da Silva Araujo Jaunaren: testamentua (Txalaparta, 2002). De Mozambique, podemos asomarnos a la única obra de Luís Bernardo Honwana, Nosotros matamos al perro-tiñoso (Baobab, 2008), donde los abusos de la colonización y el cotidiano asfixiante en el que vivían los africanos crean una atmósfera opresiva, y también a la considerada obra prima de Mia Couto, la novela Tierra sonámbula (Alfaguara, 1998; Suma de Letras, 2002; Alfaguara, 2016), que no sólo ha sido seleccionada entre las doce mejores del continente sino que ha sido adaptada cinematográficamente con realización de la portuguesa Teresa Prata.
Ciertamente, lo que acabamos de enumerar no es demasiado. Pero explorando el panorama editorial español conseguimos avanzar un poco más e incorporar a esa lista tanto obras de autoría femenina (tres de las novelas de la mozambiqueña Paulina Chiziane, poesía de Vera Duarte -que preside la Academia Caboverdiana de Letras- o narrativa breve de su conterránea Dina Salústio) como muestras literarias de S. Tomé y Príncipe (particularmente, las firmadas por Olinda Beja); además, identificamos algunos textos clásicos de varias de esas literaturas nacionales, entre los cuales cabe destacar la novela caboverdiana Chiquinho (1947) de Baltasar Lopes -disponible en castellano y en catalán- o la poesía angoleña de Agostinho Neto, considerado poeta nacional por excelencia, pero también Si pudiera ser una ola, traducción de la novela breve de Manuel Rui publicada en Angola en 1982; surgen, aún, numerosas obras del prolífico y premiado escritor angoleño José Eduardo Agualusa y algunas otras de plumas más jóvenes, entre las que destaca Ondjaki, de Angola; aparecen incluso volúmenes de poesía mozambiqueña de Rui Knopfli y de Guita Júnior, así como pequeñas joyas de literatura infanto-juvenil mozambiqueña, de la autoría de Marcelo Panguana o Rogério Manjate, editadas por Proteus en la colección Oralia.
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